La Vanguardia

Coral trabajador­a

- Clara Sanchis Mira

El día del Trabajador fue un gran coro a voces. Polifonía. Los bajos entonaban por el aumento salarial o las pensiones, y las sopranos por la igualdad. En el asunto de la desigualda­d confluyen el escándalo de la brecha salarial y el de la sentencia del juicio de La Manada, que tampoco dejó de sonar. A las mujeres las empresas nos pagan menos del mismo modo que los jueces nos defienden peor. Va junto. Otras voces cantaban contra el empleo precario, el paro juvenil o la corrupción. Siempre distintas caras de la desigualda­d: el verdadero asunto transversa­l. Cantar en un coro es una experienci­a vitalista, muy energética. Armonizar tu pequeña voz con la masa sonora de otras voces provoca una curiosa sensación de equilibrio. Tu delicada aportación ayuda a levantar un edificio, sientes algo así. Es muy agradable. Formas parte de un todo variopinto donde tu responsabi­lidad es máxima a la vez que ínfima. Si se te va la cabeza y cantas demasiado fuerte no oyes a los demás y te quedas fuera. Vete a casa. Para armonizar bien y que la cosa suene empastada no tienes más remedio que escuchar las otras voces. La tuya no puede estar en primer plano. Si gritas, estás perdido. Hay que armonizars­e como sea. Eres un hilo fino en un telar. O un palillo chino del mikado. Cuando logras escuchar todas las voces que te rodean, una a una pero también a la vez, mientras introduces en el oleaje tu pequeña voz, entonces, que se pare el mundo. Empiezas a tener hasta sentido. Eres individuo y coro en un solo viaje.

Tampoco nos vamos a marcar ahora el farol de que los cánticos de la manifestac­ión fueran un deleite de sensibilid­ad y

Los bajos entonaban por el aumento salarial o las pensiones, y las sopranos, por la igualdad

finura. Sinceramen­te, no. Pero ahí estaba, dejando el listón en lo más alto, el coro del Teatro de la Zarzuela, que lleva semanas cantando en las calles contra la fusión con el Teatro Real. Un auténtico coro que ha decidido pelear en polifonía, y que el 1 de Mayo esperaba a los manifestan­tes en la Puerta del Sol, coreando letras como esta: “Queremos una zarzuela pública accesible y de calidad y, por defenderla, cantando vamos a luchar”.

Podríamos preguntarn­os por qué no es obligatori­o el canto coral en el Parlamento, antes de cada sesión. Y en el Consejo de Ministros. A ver si afinan un poco. Si alguna señoría no entona ni a tiros, por algún problema que tuvo en la infancia, puede hacer dos cosas. La primera es cerrar los ojos para que se le abra el oído, sabiendo que si escuchas y te relajas, al final cantas. La segunda es abrir la boca sin emitir ningún sonido, como en un bostezo infinito, un disimulo, para dejar que la música la hagan otros. Ganando tiempo para practicar. Recomendar­íamos entonces iniciarse en el arte del coro con el Va pensiero, también llamado Coro de los esclavos, de Verdi, tan apropiado para la ocasión y su reforma laboral.

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