Barcelona planta cara al cambio climático
El nuevo Plan Clima es la hoja de ruta para reducir en un 45% per cápita las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y ser una ciudad neutra en carbono en 2050
Cómo hacer de Barcelona una ciudad sostenible. Este es el objetivo del Plan Clima, la hoja de ruta impulsada por el Ayuntamiento –elaborada colectivamente y con las aportaciones de la ciudadanía– para cumplir el acuerdo de París contra el cambio climático, como ya llevan a cabo Nueva York, Londres o París.
“Barcelona hace años que actúa para hacer frente al cambio climático o para prevenir inundaciones o saber cómo actuar ante olas de calor, por ejemplo”, explica Frederic Ximeno, comisionado de Ecología del Ayuntamiento. El Plan Clima, que incluye 242 medidas, “debe permitir analizar la situación y establecer qué medidas deben tomarse para mitigar y adaptar los efectos del cambio climático, priorizando la salud de los barceloneses, y especialmente de las personas más vulnerables como ancianos y niños. Y debemos lograrlo entre todos, con el impulso de la acción ciudadana“, añade.
El nuevo plan debe servir para alcanzar metas muy importantes en la lucha contra el cambio climático como reducir en un 45% per cápita las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 (respecto al año 2005); aumentar 1,6 km2 el verde de la ciudad; eliminar la pobreza energética o alcanzar un consumo de agua potable doméstica inferior a 100 litros/ habitante/día, entre otras acciones.
UNA CIUDAD COMPROMETIDA
Para cumplir con el acuerdo de París contra el cambio climático es necesario actuar en diferentes ámbitos como la movilidad, las políticas energéticas, la gestión de los
El Plan Clima da continuidad a las acciones que impulsa la ciudad para hacer frente al cambio climático La acción ciudadana es un pilar del plan; el Ayuntamiento ofrece ayudas de 1,2 millones para proyectos colaborativos
residuos, el incremento del verde o el impacto en la industria y el comercio.
Por ello, entre las acciones que establece el Plan Clima destaca la importancia de generar energía verde y local. Hoy Barcelona trabaja en la defensa de los derechos energéticos de los colectivos más vulnerables para eliminar la pobreza energética y ha creado una comercializadora pública de energía (Barcelona energía), además de otras acciones para multiplicar por cinco la generación de energía solar y fomentar la rehabilitación energética de los edificios.
La movilidad sostenible es otra de las líneas de trabajo que establece el plan. Para reducir en un 20% los desplazamientos en vehículo privado y potenciar el uso de la bicicleta, desplazarse a pie o en transporte público, Barcelona ha creado zonas de bajas emisiones, ha impulsado una red de bus, ha mejorado y ampliado los carriles bici, y ha pacificado calles para recuperar espacio para el peatón y mejorar la calidad del aire.
Otra de las líneas en las que se incide es la reducción de los residuos. Para ello se promueve el reciclaje para alcanzar el 60%, y se prevé reducir el consumo de agua a 100 litros por habitante y día para gastar menos, así como recuperar el control público de la gestión e impulsar la reutilización de agua freática.
Además, la ciudad trabaja para incrementar las zonas verdes y analiza los posibles espacios refugio en caso de olas de calor. “Pueden ser desde bibliotecas a equipamientos deportivos, y deben permitir que cada barcelonés tenga un lugar donde protegerse de las altas temperaturas”. El plan también prevé crear un jardín de agua en cada distrito e incrementar las zonas de sombra en los parques.
LAS CONSECUENCIAS
“Reducir las emisiones es un compromiso global, pero los efectos de no hacerlo son locales”, remarca Ximeno. Por este motivo, el plan incluye un estudio de Barcelona Regional que analiza cómo el cambio climático puede afectar a Barcelona si no se actúa consecuentemente, y establece dos escenarios posibles: uno comprometido, que significaría que a escala mundial se lograría frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, y a finales de siglo la temperatura media de la ciudad aumentaría 1,7°C. El otro escenario, el pasivo, apunta a que si no se consiguen los objetivos globales de reducción de emisiones, el aumento de la temperatura podría ser de 3°C, “lo que significaría que tendríamos más noches y días tórridos, menos agua y el incremento del nivel del mar podría suponer un retroceso de las playas y, por ejemplo, la playa de Sant Sebastià, en la Barceloneta, podría llegar a desaparecer“, concluye Irma Ventayol, coordinadora del Plan Clima del Ayuntamiento de Barcelona.