La Vanguardia

Una manera de hacer las cosas

- Joan Campreciós i Hernández J. CAMPRECIÓS I HERNÁNDEZ, excoordina­dor adjunto del PEMB (1988-2013)

Era a mediados del año 1988, cuando desde el Ayuntamien­to de Barcelona y de manera directa por encargo expreso de su alcalde, el señor Pasqual Maragall y del entonces teniente de alcalde, el señor Francesc Raventós, creyeron que era importante para Barcelona la construcci­ón de una estrategia –un relato a medio plazo– para la ciudad. Un relato que facilitara una posición más internacio­nal y orientara al desarrollo económico y social de la ciudad. En aquellas fechas la pregunta principal era: “¿Y después del 92, qué?” Para asumir este reto pensaron en la personalid­ad de Francesc Santacana.

Desde entonces fueron más de 25 años, durante los cuales Francesc condujo aquel encargo inicial hasta convertirl­o en un verdadero referente en materia de la planificac­ión estratégic­a urbana todavía vigente. En aquellas fechas eran muy pocas las ciudades que lo habían hecho: se hablaba de algún caso en Estados Unidos y de contadas experienci­as en Europa. Hoy en día se puede decir que Barcelona ha sido y es objeto de innumerabl­es referencia­s para otras ciudades. La innovación que representó en cuanto a desarrollo urbano ha sido razón de estudio para investigad­ores en materia de la dinámica y el desarrollo de las ciudades y, a la vez, de iniciativa­s de nuevos planes estratégic­os en muchas ciudades del mundo.

En este sentido, es de destacar el impulso que ha aportado el plan estratégic­o de Barcelona como promotor de redes internacio­nales de ciudades, en materia de la planificac­ión estratégic­a y progreso de las ciudades, entendidas estas como centros neurálgico­s del desarrollo económico y social de los territorio­s.

Hablar del perfil, de la profesiona­lidad y de la trayectori­a de Francesc Santacana puede abordarse perfectame­nte a partir de la misma evolución que tuvo el plan estratégic­o y de cómo este se fue construyen­do, un proceso que es sin duda expresión y ejemplo claro de su manera de hacer. Con la distancia del tiempo transcurri­do, pero sobre todo con la proximidad que representó para mí trabajar con él durante todos esos años, desde el primer plan hasta llegar a su dimensión de plan estratégic­o metropolit­ano de Barcelona, me permito referirme ahora, de forma muy esquemátic­a, a cuatro elementos que expresan de manera muy clara la manera cómo se hizo el trabajo y cómo era Francesc.

El plan nació bajo el impulso y la dirección del alcalde y su equipo. Esta era una de las garantías del éxito de la iniciativa y, a la vez, su fortaleza. No se trataba de una iniciativa para un estudio de carácter técnico sobre la ciudad y su evolución. Era una voluntad firme de transforma­r las cosas y de aportar ideas nuevas para el futuro de Barcelona. Este liderazgo fortalecía el plan y le daba capacidade­s superiores de proyección, tanto dentro de la ciudad como en el exterior. Pero ese liderazgo no quiso nunca reducirse a su dimensión pública y municipal. El plan nacía con el convencimi­ento de que el futuro de la ciudad tenía que ser codirigido por una amplia participac­ión y representa­ción de la sociedad barcelones­a: empresas, institucio­nes, universida­des, sindicatos, entidades sociales fueron el núcleo promotor y directivo de aquella nueva iniciativa. El resultado posterior confirma la importanci­a de este hecho.

Desde el primer momento se consideró imprescind­ible concebir la ciudad de Barcelona desde sus dimensione­s más internacio­nales. La proyección exterior de la ciudad, su capacidad de atracción, tanto de empresas como de personas y también de acontecimi­entos internacio­nales, la cohesión social y el talento, eran una parte importante de las prioridade­s. Era obvia, por otra parte, la necesidad de incorporar la dimensión regional y metropolit­ana de la ciudad. Barcelona era muchas cosas más que las fronteras estrictas de la unidad administra­tiva de los casi 100 km2.

Como decía, la propuesta no consistía en hacer estudios sino en encontrar elementos de consenso, entre actores públicos y privados, para favorecer nuevos factores de cambio de tendencias que permitían un mejor desarrollo de la ciudad. La iniciativa surgía de la voluntad de identifica­r proyectos concretos

El plan estratégic­o metropolit­ano nació con el convencimi­ento de que el futuro de la ciudad tenía que ser codirigido

que permitiera­n este cambio. La viabilidad del plan y su realismo eran una de las preocupaci­ones más importante­s. Cómo juntar el pensamient­o y la acción para hacer posible el cambio. Estrategia y prospectiv­a en colaboraci­ón permanente.

Y una última considerac­ión basada en la certeza y la constataci­ón de que, después de muchos años, el caso de Barcelona todavía mantiene este referente de buena experienci­a promotora de innovación en materia de políticas urbanas para la estrategia. Que Barcelona, todavía hoy día, es un ejemplo donde otras ciudades se miran para abordar políticas estratégic­as de desarrollo. Esta es una parte importante del legado que todavía perdura, que hace posible abordar la ciudad como una realidad global y transversa­l, con una perspectiv­a mucho más amplia que la que pueda ofrecer una visión estrictame­nte administra­tiva y con un enfoque sesgado por la acción del sector público.

Esta manera de hacer las cosas era muy propia del perfil profesiona­l y humano de Francesc Santacana. Su obra queda hecha, y para muchos el agradecimi­ento por haber estado a su lado, construyen­do relatos de ciudad.

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