Salinger, enigma sin resolver
Rebelde entre el centeno
Dirección: Danny Strong Intérpretes: Nicholas Hoult, Kevin Spacey, Zoey Deutch Producción: EE.UU. 2017. Rebel in the rye. 106 m. Biopic
Tengo frente a mí los cuatro libros editados por Alianza que, en castellano, contienen toda la obra de J.D. Salinger. Entre ellos El guardián entre el centeno, su única novela. Lo demás son cuentos. Los cuatro tienen la contraportada en blanco; ninguna información sobre el autor, nada, nothing, niente. Con estos libros Salinger dijo adiós a todo eso. Se encerró en su casa en los bosques y no volvió a publicar. Silencio. Incluso personal. Así empezó el misterio Salinger: ¿Por qué dejó de publicar? ¿Por qué desapareció? ¿Qué hizo el escritor durante los últimos 45 años de su vida?
Rebelde entre el centeno afronta con competencia esas cuestiones. Especialmente las dos primeras. La vida del autor, en el filme, son como las piezas de un puzle: completa las dudas que arrancan con la descripción más conocida sobre el mismo Salinger: que, en los cuarenta, era un joven afortunado de Nueva York, novio de la adolescente Oona O’Neill antes que Chaplin se la birlara. Luego, veterano de guerra. Uno de los primeros en el desembarco de Normandía. Roto por dentro tras el drama bélico y su paso por los campos de exterminio nazi...
Esos son los datos. Están ahí, son evidentes. El filme los dosifica para darles sentido. Pero ¿eso es todo? No; perdura lo insondable, la verdadera razón de todo aquello, que tiene una explicación, según el filme, en el encuentro/encontronazo del joven Salinger (Nicholas Hoult) con su profesor de escritura, Whit Burnett, en las manos sabias de Kevin Spacey. ¡Dios, que gran perdida para la interpretación, la de Spacey! Y que injusticia si tras de las sospechas –y la torpeza manifiesta del propio Spacey– al final no hay nada digno del Código Penal ....
Pero ese es otro asunto, otro misterio. Volvamos ahora al de Salinger, cuyo enigma es en definitiva el del escritor que lo quiere ser, que busca un tema, una voz, algo. Salinger, según este filme más prosaico que poético, pero sin duda efectivo, era capaz de cifrar su vida en lo que escribía. Rebelde ente el centeno le deja a uno la sensación de que Salinger se pasó diez años de su vida luchando con la escritura de El guardián entre el centeno, incluso dejando girones de si mismo en el intento. Y el resto de lo que le quedaba de vida, arrepentido de haberlo hecho.