La mano negra de la Champions
No es normal que no haya VAR en la Champions”, se lamenta el director deportivo del Roma, Monchi. “Con el VAR la final habría sido Roma-Bayern”, denuncia el lateral del equipo italiano Florenzi. Pero en la mejor competición de clubs del mundo no existe la revisión de las jugadas ni la habrá la próxima temporada, salvo cambio de planes. Una carencia intolerable. Un déficit lamentable. Es verdad que el uso del videoarbitraje ha generado distintas dificultades y ha provocado confusión porque todo lo que sea detener el ritmo del juego va contra su espíritu. No es el fútbol un deporte acostumbrado a los parones más allá de los forzados por la marrullería y las tácticas de los equipos. Pero en la era de la tecnología y con repeticiones al momento que demuestran que el colegiado se ha equivocado es carpetovetónico mantener la Liga de Campeones en una época predigital. Con la cantidad de ingresos que los clubs se juegan en la competición, tanto directos como indirectos. Con los patrocinadores esperando a la vuelta de la esquina. Con los jugadores frotándose las manos ante nuevos contratos si triunfan en Europa. Con ese suculento pastel sobre el tapete y que todo siga en manos de los colegiados cuando hay medios más precisos para impartir justicia se antoja como una atraso que otros deportes, más modestos, superaron hace ya tiempo.
Marcelo desvió el balón con la mano y todo el mundo lo vio en segundos. Él lo admitió porque era imposible no hacerlo. Lo
No se puede saber si los clasificados para la final hubieran sido otros, pero que se alimenten las dudas no beneficia a la imagen del fútbol
mismo sucedió en el Olímpico de Roma con el jugador del Liverpool Alexander-Arnold. Los árbitros no decretaron penaltis que eran clamorosos y sus asistentes no les echaron un cable en un instante tan decisivo. Tampoco los que se colocan en la línea de fondo, cuya función parece meramente decorativa. ¿Para qué sirven esos nuevos ayudantes que ampliaron el equipo arbitral hace algunas temporadas? ¿Si no van a intervenir en jugadas que les caen bien cerquita por qué forman parte de la nómina?
Es una pena que un torneo fantástico tenga este agujero en su organización, siempre tan detallista, siempre tan pendiente de cuestiones milimétricas con la publicidad, los accesos o la puesta en escena. No se puede saber si los clasificados para la final hubieran sido o no otros pero el hecho de que se alimenten las dudas no beneficia en nada a la imagen del fútbol, esa imagen que dicen defender cuando organizan campañas a favor del juego limpio, en beneficio del fair play financiero o contra el racismo.
Al fútbol siempre le ha interesado alimentar su leyenda y ser objeto de ríos de tinta. El problema se produce cuando la leyenda y la tinta son de un color: el negro.