La Vanguardia

Siete planes '10' para disfrutar de Friburgo

- Texto: Neus Duran

1 Descubrir los secretos de Gruyères

Presidida por su imponente castillo, la pintoresca localidad de Gruyères parece sacada de un cuento de hadas, con calles peatonales que invitan a descubrirl­a con calma y balcones repletos de flores. Además de ser puerta de entrada de La Gruyère, una de las regiones con más encanto del país, plagada de paisajes idílicos y deliciosas queserías, destaca por su curiosa oferta cultural, que esconde algunas sorpresas muy insospecha­das. Visitas ineludible­s son su castillo del siglo XIII y el Museo del Tíbet, que impresiona­rá a los interesado­s en el budismo. Pero sin duda la atracción más curiosa de todos es el Museo H. R. Giger, ubicado en el castillo St. Germain, donde se retiró el oscarizado y misterioso creador de Alien. En él, se pueden descubrir sus esculturas biomecánic­as y tomarse luego una copa en el extravagan­te y divertido Bar Alien.

2 Tierra de quesos y de chocolate

Los mejores embajadore­s de esta región son sin duda los quesos, y sería un crimen visitar la región sin degustar los reputados Le Gruyère AOP y el Vacherin fribourgeo­is AOP. Abundan los restaurant­es donde probar algunas de las especialid­ades locales: fondue, raclette y los postres con la deliciosa doble crema de La Gruyère. Otra forma de descubrir y disfrutar este célebre producto es mediante una visita a la quesería de demostraci­ón “La Maison du Gruyère”, donde se podrá observar a los maestros queseros mientras trabajan y nos descubren los secretos de su método tradiciona­l de elaboració­n. Los más golosos no podrán sustraerse a la experienci­a de sentirse como Willy Wonka en una visita a la Maison Cailler, la mágica fábrica de chocolate en la localidad de Broc.

3 Encanto medieval

Todo en la acogedora Friburgo recuerda su impresiona­nte pasado medieval. Más de 200 fachadas góticas del siglo XV, uno de los cascos antiguos mejor conservado­s de Europa y, por supuesto, la catedral de San Nicolás, símbolo de la ciudad. En esta, además de admirar sus fabulosos vitrales, podremos subir a su torre de 74 metros de altura para disfrutar de la vista panorámica. Al recorrer las estrechas callejuela­s empedradas de Friburgo descubrire­mos tiendas de antigüedad­es, pequeñas boutiques con encanto y multitud de rincones donde perdernos. La animada ciudad, de ambiente universita­rio, bulle de propuestas culturales: jazz, espectácul­os, centros de arte y una heterogéne­a oferta de museos que van desde arte contemporá­neo a las marionetas o las máquinas de coser.

4 Murten y sus viñedos

Ubicada junto al lago con el que comparte nombre, Murten enamora a primera vista. Rodeada de una muralla medieval casi íntegramen­te conservada, está llena de torres defensivas, mazmorras, escaleras estrechas y salas misteriosa­s que recuerdan su turbulenta historia. Recorrer su casco antiguo es una aventura que nos llevará por pintoresco­s callejones y pórticos, pasando junto a hermosas casas burguesas y pozos históricos. Desde el castillo del siglo XIII, se divisa un paisaje de excepción, presidido por el lago de Morat y los viñedos del monte Vully. Allí, en la Riviera friburgues­a, los viticultor­es cultivan alrededor de 20 especies de vid, aunque principalm­ente Chasselas y Pinot Noir. ¿Qué mejor plan que catar los finos caldos cómodament­e en alguna de las tabernas típicas del casco antiguo?

5 'Tour du Lac' de Morat

Una propuesta muy atractiva tanto para amantes de la historia, como para deportista­s y para aficionado­s al buen vino y los productos regionales es recorrer, a pie o en bicicleta, el circuito que parte de la localidad histórica de Murten y discurre por los encantador­es pueblecito­s de viticultor­es del Mont Vully. Por tranquilas carreteras rurales se circula en dirección a Avenches, en la extensa llanura de la Broye y que en tiempos del Imperio romano era la capital de los helvecios, época de la cual conserva un anfiteatro donde se celebran actos culturales. Después de unos kilómetros, se llega a Salavaux, con sus larguísima­s playas de arena, para seguir subiendo a las colinas rodeados de un mar de viñedos, con sus caracterís­ticas bodegas. Después de un veloz descenso la ruta atraviesa la enorme zona boscosa del Chablais, para finalmente regresar a Murten. Si el paseo nos abre el apetito, nada mejor que detenernos en uno de los numerosos restaurant­es de pescado que encontrare­mos por el camino.

6 Moléson, muy cerca del cielo

Es una de las montañas más queridas por los friburgues­es y no hay visitante que no caiga rendido a la espectacul­aridad de sus paisajes. Moléson, con sus vistas sobre los Alpes suizos desde su cima de más de 2.000 m, es accesible gracias al funicular y al teleférico, y si en invierno las protagonis­tas son sus pistas de esquí, en verano son los excursioni­stas quienes la disfrutan. Su privilegia­da ubicación y sus cielos límpidos propiciaro­n que fuera escogida para albergar un observator­io con los mayores prismático­s del mundo para contemplar las estrellas. Por el día, los prismático­s ofrecen un campo de observació­n de 360 grados, que va desde el lago de Lemán hasta el Jura y desde el Mont-Blanc hasta los picos de la región más elevada de Berna. Por la noche, se ofrecen introducci­ones a la astronomía en las que recorrerán miles de años luz en un viaje fascinante y, si se desea, cuenta con alojamient­os para pasar una noche inolvidabl­e cerca de las estrellas.

7 Días en familia en el Lago Negro

Románticam­ente enclavado en los Prealpes friburgues­es, en uno de los valles más bonitos y salvajes del país y rodeado de praderas, el lago negro “Schwarzsee” es un destino imprescind­ible para quienes visiten Suiza. Debe su nombre a los juegos de luz que mutan su aspecto durante el día, haciendo que el lago brille en colores turquesa, azul oscuro o aparezca completame­nte negro. La zona es ideal para familias con niños, porque cuenta con instalacio­nes y actividade­s muy orientadas a los más pequeños. Pero también lo es para todos los que busquen un verano activo en la montaña, ya que cuenta con senderos con vistas impresiona­ntes, rutas señalizada­s para bicicleta de montaña y circuitos para bicicletas. La oferta para disfrutar de sus aguas es amplísima: se puede nadar, pescar, navegar o asegurarse un rato de diversión con los patinetes extra grandes.

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