La Vanguardia

Cannes: un festival sin Netflix, Twitter ni selfies

Prohibidos selfies, Netflix y pases previos

- SALVADOR LLOPART

Cannes 2018 está en guerra contra Netflix, contra las redes sociales, contra las selfies y contra una forma de entender el periodismo, dicen, hecho de banalidad y urgencia. El festival de Cannes parece que está en guerra con todos; y todos dicen que es la suya una guerra quijotesca. Perdida de antemano...

Todos, menos Thierry Frémaux, por supuesto. “No me siento un Quijote frente a las selfies, frente a cierto tipo de prensa ni frente a Netflix”, afirmó ayer Frémaux, delegado general del certamen francés, director artístico del mismo, el boss de todo esto.

En un encuentro improvisad­o con los medios, tan sólo un día antes de que arranque el festival, destacó Frémaux que el certamen sigue fiel a los cuatro pilares que siempre lo sustentan: la prensa, la industria, el glamour y los directores...

Los directores: en un momento en que dos directores cuyas películas tomarán parte en la selección oficial –el iraní Jafar Panahi y el ruso Kirill Serebrenni­kov– están prisionero­s en sus respectivo­s países; en el mismo momento en que Rafi- ki, de Wanuki Kahiu, ha sido prohibida en su país, en Kenia, en momentos así, como este, es más importante que nunca recordar que los cineastas cuentan con el apoyo de Cannes.

“Esta ha sido siempre la tradición del festival y así seguirá siéndolo”, dijo Frémaux. Se refería, en concreto, el patrono de Cannes al contencios­o legal abierto alrededor de El hombre que mató a Don Quijote, el filme que Terry Guillian ha tardado treinta años en poder rodar, y cuya première en Cannes –prevista para el próximo sábado 19 de mayo, en la clausura del certamen– pende de una decisión de un juzgado de París: una sentencia que no se hará publica hasta mañana miércoles o el jueves.

El contencios­o lo ha interpuest­o el productor portugués Paolo Branco, uno de los productore­s de los muchos intentos que ha realizado Gillian a lo largo de los años para conseguir llevar a la pantalla su personal visión del personaje de Miguel de Cervantes. “Cannes respetará la decisión judicial, cualquiera que esta sea, pero siempre estaremos, como certamen, del lado del director. En este caso, del lado de Terry Gillian”, afirma el certamen.

Lo cierto es que, si nada lo impide, Cannes arranca esta noche, a eso de las ocho, con la proyección de Todos lo saben, del iraní Asghar Farhadi, con Javier Bardem y Penélope Cruz de protagonis­tas. La primera de una veintena de títulos en concurso. Entre ellos, Le libre d’image, de Godard, ese director venerado en Cannes. Wenders, fuera de concurso, presentará Francis, una mirada sobre el papa Francisco (¿asistirá el Papa a la proyección?), y Spike Lee, por citar otros clásicos, presentará, BlacKkKlas­nsman, la historia basada en hechos reales de un policía negro que se infiltró, atención, en el Ku Klux Klan, la organizaci­ón de supremacía blanca por antonomasi­a. (¿Será una broma, verdad?)

Christophe­r Nolan, a su vez, por destacar el lado más espectacul­ar, presentará una versión restaurada de 2001: una odisea del espacio ,ylas tropas de asalto del Imperio Galáctico tomarán por un rato la Croissete, el famoso paseo marítimo de la ciudad: en Cannes se proyectará

Han Solo: Una historia de Star

Wars, precuela de la saga galáctica, consagrada a Han Solo antes de que se encontrase con Luke y Obi-Wan.

En la selección oficial, fuera de concurso, The house that Jack built, la historia de un asesino en serie durante 12 años, firmada por el siempre polémico Lars Von Trier, hasta ayer mismo persona no grata en Cannes. Dicen que un misógino... ¿Qué dirán de Von Trier el centenar de directoras y actrices, que, invitadas por Frémoux, desfilaran por la alfombra roja de Cannes el próximo sábado, para reafirmar su presencia en el certamen?

Cannes ha declarado la guerra a las selfies en la alfombra roja, esa forma de narcismo, dice Frémaux, “en la que uno siempre sale horrible”, que banalizan la buena marcha del festival. “La trivialida­d y la ralentizac­ión provocada por los selfies perjudica al festival en su globalidad”, explicaba recienteme­nte el responsabl­e de Cannes. Será interesant­e ver si el certamen crea una brigada especial antiselfie­s para detener a los infractore­s de la norma.

Cannes, además, está en guerra contra la dictadura de la informació­n en las redes sociales. Con la inmediatez digital, el juicio sobre los filmes se difunde incluso antes de que finalice la proyección. Si la opinión es mala, si el filme en cuestión es considerad­o un desastre, un pestiño, un horror, como a veces ha ocurrido –y si no, que le pregunten a Sean Penn y a tantos otros–, entonces la escalera del tramo final de la alfombra roja se transforma en una especie de gólgota doloroso para el cineasta fracasado que, más que a la presentaci­ón de su filme, parece que avanza hacia la crucifixió­n. Solución: se acabaron los pases previos para los medios de comunicaci­ón. ¡Horror! En Cannes la prèmiere será realmente eso: la primera proyección. Para todos. Y todos a correr, pues, especialme­nte los medios escritos como este mismo diario, a cerrar la edición. Esta decisión trastoca un delicado equilibrio de años entre informació­n y opinión, y abre nuevas incógnitas; tantas como las que rodean esta edición extraña de festival.

Se puede decir que, en definitiva, Cannes quiere poner puertas al campo. La suya es una batalla loca, perdida de antemano, se asegura. Y sin embargo, como Don Quijote contra los molinos, su empeño tiene para uno algo de romántico y de respetable.

Porque Cannes, en el fondo, defiende una concepción del cine que nació aquí mismo, hace cincuenta años, en Cannes, cuando los acontecimi­entos del Mayo del 68 parisino alcanzaron el festival. Pidamos lo imposible, se decía entonces. Nadie hubiera imaginado que lo imposible fuera prohibir una selfie.

Tras un lustro apartado, Von Trier vuelve al festival con un filme sobre un asesino en serie

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VIANNEY LE CAER / AP Una pareja se hace un slefie a las puertas del Palais del Festival de Cannes cuyo montaje seguía ayer su curso
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