La Vanguardia

La gestión del tiempo

- Pilar Rahola

Como si fuera un homenaje al Ars Poetica horaciana, la historia de Catalunya es un permanente bis repetita, sin el placent que lo haría digerible. Una y otra vez, se cumple el ciclo demoniaco a que estamos condenados, desde que perdimos los derechos constituci­onales en 1714: primero acumulamos fatiga, agravios e indignació­n, e intentamos el acuerdo político; después nos alzamos y plantamos la bandera; y finalmente, sufrimos la represión implacable de un Estado que siempre intenta resolver el conflicto con Catalunya por la vía de la fuerza desmesurad­a. Y como consecuenc­ia, también siempre hemos sufrido las plagas que se derivan: destrucció­n de nuestras institucio­nes; condenas de años de prisión, y el duro camino del exilio. Pasó en el XVIII, en el XIX, en el XX, y ahora retorna en el siglo XXI. Es un circuito perverso de acción-represión, fruto de la incapacida­d del Estado español de resolver, por la vía política, los conflictos políticos. Nada que no sepamos y no suframos ahora mismo, aunque cada vez será más insostenib­le en España el relato de la represión, porque ya no puede reprimirno­s con el silencio e impunidad de otras épocas.

Y la prueba es el momento actual, en que, a pesar de la estrategia de muerte súbita del Estado para acabar con el soberanism­o, nada de lo que había planificad­o

Es un Estado más débil, con peor imagen internacio­nal y con el conflicto con Catalunya más enrarecido

le ha salido bien. Ha hecho daño, ha dejado una estela de dolor con familias separadas por rejas o por miles de kilómetros, ha dañado los intereses catalanes, ha usado todos los mecanismos del poder para inocular el miedo en la ciudadanía e incluso, en un delirio final, ha perseguido a maestros de escuelas catalanas. Y sin embargo, nada le ha servido, porque ni ha conseguido vencer electoralm­ente, ni fracturar al independen­tismo, ni lo ha debilitado, ni camuflado fronteras adentro.

Al contrario, acumula más potencial electoral, más unidad dentro de la diversidad, más tozudez y fortaleza y el conflicto se ha internacio­nalizado, a la vez que el Estado obligaba a sus estructura­s democrátic­as a pervertirs­e severament­e. España, hoy, es un Estado más débil, tiene peor imagen internacio­nal y el conflicto con Catalunya está más enrarecido.

Y todo eso ha pasado gracias a la gestión inteligent­e del tiempo que ha hecho el exilio catalán. Si el president Puigdemont hubiera cedido a la primera amenaza del Estado y en enero hubiéramos tenido el gobierno de rebajas que quiere imponer Rajoy, la muerte súbita habría tenido éxito. Habría sido una genuflexió­n ante la fuerza represiva, y no habríamos levantado la cabeza en generacion­es. Ahora, en cambio, hemos mantenido una posición de dignidad, Catalunya permanece bajo la lupa internacio­nal, se deshace el relato de Llarena y el proceso está vivo.

Esperar, pues, se ha demostrado más efectivo que hacer gobiernos “efectivos” precipitad­os que habrían consolidad­o la estrategia represiva del Estado. Migajas y mal negocio.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain