Barcelona como solución
El creciente interés en focalizar las próximas elecciones municipales de Barcelona como prolongación del conflicto entre el independentismo catalán y el Estado español contrasta con el hecho de que Barcelona se puede convertir en el principal actor para la resolución del mismo. La forma para resolverlo parte de la premisa de convertir el futuro Consistorio de Barcelona en una suerte de espacio mediador que permita romper el aislamiento de los bloques. El nuevo gobierno de la ciudad debería estar en condiciones de no decantarse ni hacia el independentismo ni hacia un constitucionalismo refractario al cambio, para propiciar un acercamiento de las partes y caminar hacia una solución gradual sobre aspectos tan importantes como el necesario funcionamiento adecuado de las instituciones. Si las próximas elecciones se plantean como una segunda vuelta de las pasadas elecciones del 21 de diciembre del 2017 entre el independentismo y el resto de los partidos, se corre el peligro de convertir a Barcelona en parte del problema. Es preciso reforzar Barcelona como ciudad mediadora, embajadora y abierta a imaginar que su proyección internacional debe permitir crear las condiciones de diálogo imprescindibles para poder resolver el conflicto judicial, político y social de Catalunya.
Para que Barcelona pueda convertirse en un factor positivo habría que pedir a todos los candidatos y candidatas que intenten diseñar una campaña electoral en que la ciudad se proyecte como un factor para favorecer el entendimiento. La ciudad capaz de acoger el espíritu olímpico del 92 y más adelante el Fòrum de les Cultures con todas sus contradicciones, de ampliar derechos sociales, de fortalecer la libertad de expresión y de ser una de las capitales del mundo del desarrollo tecnológico con el Mobile World Congress debe asumir dar el primer paso orientado a restablecer el diálogo y recobrar la normalidad institucional. Visualizar Barcelona como solución, como lugar donde tienen voz todas las administraciones y donde se puedan establecer nuevos espacios para la resolución del conflicto.
La posibilidad de que Barcelona pueda favorecer el deshielo institucional sólo tiene un peligro: el irrefrenable deseo de algunos de atrapar a Barcelona en la misma tela de araña en la que ellos han quedado atrapados.