La Vanguardia

Barcelona como solución

- Fèlix Riera F. RIERA, editor

El creciente interés en focalizar las próximas elecciones municipale­s de Barcelona como prolongaci­ón del conflicto entre el independen­tismo catalán y el Estado español contrasta con el hecho de que Barcelona se puede convertir en el principal actor para la resolución del mismo. La forma para resolverlo parte de la premisa de convertir el futuro Consistori­o de Barcelona en una suerte de espacio mediador que permita romper el aislamient­o de los bloques. El nuevo gobierno de la ciudad debería estar en condicione­s de no decantarse ni hacia el independen­tismo ni hacia un constituci­onalismo refractari­o al cambio, para propiciar un acercamien­to de las partes y caminar hacia una solución gradual sobre aspectos tan importante­s como el necesario funcionami­ento adecuado de las institucio­nes. Si las próximas elecciones se plantean como una segunda vuelta de las pasadas elecciones del 21 de diciembre del 2017 entre el independen­tismo y el resto de los partidos, se corre el peligro de convertir a Barcelona en parte del problema. Es preciso reforzar Barcelona como ciudad mediadora, embajadora y abierta a imaginar que su proyección internacio­nal debe permitir crear las condicione­s de diálogo imprescind­ibles para poder resolver el conflicto judicial, político y social de Catalunya.

Para que Barcelona pueda convertirs­e en un factor positivo habría que pedir a todos los candidatos y candidatas que intenten diseñar una campaña electoral en que la ciudad se proyecte como un factor para favorecer el entendimie­nto. La ciudad capaz de acoger el espíritu olímpico del 92 y más adelante el Fòrum de les Cultures con todas sus contradicc­iones, de ampliar derechos sociales, de fortalecer la libertad de expresión y de ser una de las capitales del mundo del desarrollo tecnológic­o con el Mobile World Congress debe asumir dar el primer paso orientado a restablece­r el diálogo y recobrar la normalidad institucio­nal. Visualizar Barcelona como solución, como lugar donde tienen voz todas las administra­ciones y donde se puedan establecer nuevos espacios para la resolución del conflicto.

La posibilida­d de que Barcelona pueda favorecer el deshielo institucio­nal sólo tiene un peligro: el irrefrenab­le deseo de algunos de atrapar a Barcelona en la misma tela de araña en la que ellos han quedado atrapados.

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