La Vanguardia

Señora Trueta

- Jordi Amat

Hacía más de un año que me estaba documentan­do para escribir la biografía de Ramon Trias Fargas y Montserrat Trueta –su viuda– me permitía consultar en su casa la documentac­ión del político y economista que ella aún no había entregado al Arxiu Nacional. La relación de un biógrafo con la familia de su biografiad­o es muy peculiar. Es un extraño que, de repente, llega y pregunta más de la cuenta. Con una impudicia inevitable, empieza a revolver la privacidad de un mundo que no es el suyo. Las conversaci­ones con la señora Trueta y sus cuatro hijos no las olvidaré jamás. Aquel día, sobre la mesa de una habitación que daba a la rambla Catalunya, tenía el portátil abierto y enfrente cartas que Trias había recibido cuando ya era una gran figura de la banca y una promesa segura del catalanism­o antifranqu­ista. Una era casi de pésame. Un hombre importante de Madrid le decía que sabía que habían tenido un hijo que padecía un trastorno genético: el síndrome de Down. Y le decía que sería una cruz que arrastrarí­an para siempre y que sobre todo aún no se lo hiciese saber a su esposa.

¿Se lo cuento, pensé, o no se lo explico? ¿La heriré o no le importará?

Cuando la escuchabas hablar en catalán, no era difícil descubrir todavía las reverberac­iones fonéticas de su inglés del Oxford del exilio. Esta particular­idad reforzaba una cierta apariencia de fragilidad y prudencia, de austeridad que se mezclaba con una elegancia natural. Pero esta apariencia sólo suavizaba una resistenci­a noble y perseveran­te. Le pedí con angustia que viniera a fin de que leyera. No se entristeci­ó sino que hizo un comentario más bien sarcástico y se sintió reforzada: su vida adulta, después del nacimiento de su hijo pequeño, había sido un combate constante para desmentir aquella fatalidad. Combatió, salió adelante e hizo la sociedad mejor. Hace poco, por fin, Andy ha publicado un libro de reflexione­s conmovedor. El epílogo lo ha escrito su madre. Lo cierra así: “La persona que no lo ha tenido fácil y que ha luchado se convierte en una persona más fuerte y más sensible a las dificultad­es de los otros”. Vale por él y vale por ella. Señora Trueta, gracias por todo.

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