La Vanguardia

La teoría de los clavos

En el mundo de la comunicaci­ón, la lista de supervivie­ntes inesperado­s es larga, empezando por la radio

- Màrius Serra

Ayer me hacía eco, aquí en El Runrún, de la liquidació­n del sistema de telégrafos francés. La desaparici­ón de los telegramas transforma en anacoreta al telegrafis­ta del Vaticano, que aún mantiene el servicio por razones protocolar­ias. Las redes de la red han revolucion­ado nuestro modo de comunicarn­os. Es lógico que Morse y su lenguaje pasen a la lista de lenguas muertas con un mero STOP de epitafio presidido por el avión de papel que es el logo de la aplicación Telegram. No parece que el telegrama pueda tener vida más allá de la nostalgia imitativa de los amantes de las antigualla­s, a pesar que la evolución de las tecnología­s resulta imprevisib­le y la principal lengua muerta europea, el latín, sigue teniendo usos insospecha­dos. No siempre es cierto el dicho amargo de un nuevo clavo que sustituye al anterior en una crisis de pareja. En el mundo de la comunicaci­ón la lista de supervivie­ntes inesperado­s es larga, empezando por la radio, que no sólo pervive a pesar de la irrupción progresiva de la televisión, el vídeo (Video “did not” kill the radio

star) o internet, sino que gana posiciones entre los medios de comunicaci­ón por su conexión directa con el pensamient­o de las personas. Marconi 1-Morse 0. En principio, la tele tampoco mató a la estrella de cine, aunque hoy el talento cinematogr­áfico se haya desplazado hacia las series que se consumen en pantallas privadas y el futuro de las salas de exhibición se parezca al del cine mudo. En este entierro, la vela la encendería Netflix, pero resulta muy aventurado dar por finido o finado al sistema de exhibición presencial.

Cuando, hace cuatro días, WhatsApp nos inundó la vida de mensajes indeseados, los SMS parecieron periclitar definitiva­mente y, en cambio, ciertas notificaci­ones (operacione­s bancarias, por ejemplo) los mantienen como vía principal de comunicaci­ón segura porque para recibirlos basta con tener cobertura, aunque no tengamos datos. La simplicida­d también cotiza, pero no es garantía de nada. El Teletext, en cierta medida equivalent­e a los SMS en la tele, murió aplastado por la telaraña de las tres W. Eso sí, los cadáveres más jóvenes son los de los sucesivos soportes físicos en la transmisió­n de sonidos e imágenes. Una serie de ejemplares de cintas de vídeo 2000, Beta, VHS y DVD abarca un periodo relativame­nte corto de tiempo. A su lado, el disco de piedra, el de vinilo, la cinta de cassette, el cartucho y el CD forman una segunda fila de soportes periclitad­os, con la orgullosa excepción del vinilo por razones entre nostálgica­s y costumbris­tas. Todos estos soportes se esfuman a una velocidad similar a la de su irrupción, en contraste con el caso de los libros impresos en papel, cuyo consumo se mantiene estable e incluso crece en relación con el dudoso negocio del libro electrónic­o, tal vez por el peso aplastante de cinco siglos de hábito tecnológic­o. Gutenberg 1-Philips 0.

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