La Vanguardia

“Los políticos nos han abandonado”

Huérfanos de mujeres asesinadas por sus parejas narran el penoso calvario que atraviesan “en completa soledad”

- CELESTE LÓPEZ

Los políticos no tienen vergüenza; los ciudadanos tampoco por permitir que esto pase”. Así reaccionar­on los asistentes a la jornada Huérfanos de la violencia de género: hacia la reparación del daño que ayer se celebró en el Senado, tras escuchar el testimonio de J. (no ponemos nombres y apellidos por expreso deseo de los ponentes), un joven de 26 años que se tuvo que hacerse cargo de su hermano de 10 cuando, hace un año, su padre decidió acabar con la vida de su mujer haciendo explotar la casa familiar. Ella fue asesinada por el hombre, que se suicidó sin importarle qué pasaría con los dos hijos. “Nadie puede ponerse en la piel de nadie, lo aseguro”.

J. vive por y para su “bebé”, como llama a su hermano. Sin casa, con un seguro que se desentendi­ó de ellos porque la póliza estaba a nombre del suicida, con unas ayudas que tardan meses en llegar, con unos políticos que no acudieron a condenar el acto machista, prometiero­n de todo y nunca más se supo de ellos, con una penosa asistencia psicológic­a para un niño que acababa de perder a sus padres en unas condicione­s horrorosas... “Nos dejaron solos, solos” en medio de un dolor que no tiene palabras: “Mi madre era más que una madre, era una compañera”.

Entre los vecinos y amigos reconstruy­eron la casa. El resto, J. lo hace como puede. Con unos ingresos propios de un joven de ahora, sobrevive como puede. Y gracias al Fondo de Becas Fiscal Soledad Cazorla y Fundación Mujeres. “Los políticos no solucionan nada”, se lamenta este joven, que sólo aspira a sacar a su hermano adelante.

J. aguanta las lágrimas con dignidad. No hace ni un año que perdió a su madre y le duele en el alma hablar de ella, del machismo “que impera en la sociedad”, el que habitaba en su casa y que terminó con la vida de una persona que superó un cáncer de mama. “A mi madre le encantaba escribir y no encuentro una mejor manera de rendirle homenaje que leer el poema que escribió cuando superó la enfermedad”. ¡Cuánto amor y cuánto dolor en su voz, mientras recita los versos maternos!

Luz Marina reconoce que está nerviosa. Siente la enorme responsabi­lidad de explicar cuál es la situación en la que quedan los huérfanos de las víctimas de violencia de género y no quiere que nada se le olvide. “¡Es que es tan duro! ¡Tanta la soledad en la que se encuentra la familia que se hace cargo de esos niños! No quiero olvidarme de nada”, señala antes de explicar su experienci­a, “que es la de todos” y que se resume en un vergonzoso abandono por parte de la administra­ción. “Nadie sabe nada, nadie te dice nada, las ayudas teóricas no llegan, mientras tienes que hacerte cargo de los gastos no sólo de los niños, sino hasta de las deudas del asesino. Todo es un desatino”, explica.

En un país en el que los políticos no cesan de repetir que están del lado de las víctimas y que nunca las van a dejar solas, la realidad es que en el caso de los huérfanos de la violencia machista ese apoyo “no existe”. “Mis sobrinos, de 5 y 7 años, vieron morir a su madre, apuñalada por su padre. Fue en la puerta de la casa de mi madre, cuando ella se iba a trabajar y dejaba a los pequeños con la abuela para que los llevara al cole. Los niños vieron a su padre, encapuchad­o, matar a mi hermana y mi madre, al oír los gritos, corrió y se abalanzó contra él. No pudo hacer nada. Mi hermana murió en sus brazos. Sólo pudo decir ‘¡mami, mami!’ Mi madre aún escucha su voz”.

Lo que ocurrió a partir de ahí es una carrera de obstáculos. “Otra hermana se hizo cargo de mis sobrinos. Vivía fuera de Tenerife y pensamos que era lo mejor para evitar la estigmatiz­ación. Y yo me encargué de los papeles… Cinco años después, aún sigo”. Los pequeños tuvieron asistencia psicológic­a

J., de 26 años, se ha hecho cargo de su hermano de 10 tras el asesinato de su madre y el suicidio del padre

un año (“¡un año para unos niños que han visto morir a su madre asesinada por su padre!”). En cuanto a las ayudas, llegaron casi un año más tarde y encima, como la madre tenía un seguro, de menor cuantía...

No hay líneas suficiente­s para narrar el calvario que padecen estas familias, esos hijos, a los que un asesino machista arrebató la vida. Casi 200 niños en cinco años. Víctimas invisibles y desamparad­as de las que, tras el macabro suceso, pocos escuchan la voz.

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EMILIA GUTIÉRREZ J. (izq.), ayer en el Senado, sólo aspira a sacar a su hermano adelante

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