La Vanguardia

Libros sagrados

- Toni Coromina

Los llamados libros sagrados acostumbra­n a ser diferentes códigos religiosos convertido­s en arquetipos intocables –tótems y tabúes- de las religiones instaladas en el planeta. Más allá de la Biblia, el Corán, la Torá, el Bhagavad-Gita, el Dhammapada, el Popol Vuh, el Camino o el Yi King, entre otros, también hay libros especiales que para mucha gente son –o han sido– casi sagrados: El capital, El libro rojo, Don Quijote, Hamlet, La divina comedia, El pequeño príncipe o Guerra y paz, pero algunos de estos últimos ya figuran en otro registro, el de los más vendidos.

Los libros sagrados dicen cosas que algunos de sus lectores, devotos y seguidores suelen interpreta­r a su manera, según las convenienc­ias y las servidumbr­es de cada uno o de cada facción. Una persona católica, por ejemplo, se puede aferrar a un Yahvé cruel y vengativo; otra a las bienaventu­ranzas del Evangelio y hacer suyo el mensaje de amor y perdón; y una tercera a la faceta rebelde de Jesús cuando expulsó a los mercaderes del templo. De hecho, en la Biblia hay de todo: guerras despiadada­s, incestos y episodios de poligamia, pero también las poesías amorosas más refinadas y compendios de los consejos más sabios.

Mucha gente reprueba el Corán a través de la elección de algunos párrafos o determinad­as suras para pontificar sobre la crueldad de un libro que, según ellos, incita al odio, a la guerra y a la violencia, mientras que muchos musulmanes proclaman que la palabra más repetida en el mundo islámico es salam (paz), y citan aquel fragmento que dice “Quién mata a un inocente que nunca ha hecho ninguna cosa perversa, es como si hubiera matado toda la humanidad, y quien salva una vida es como si hubiera salvado a toda la humanidad”.

Una cosa parecida pasa con el Bhagavad-Gita, el libro de los hinduistas, que según qué fragmentos se resalten, pasa de ser un canto divino a la bondad, la sabiduría y la alegría cósmica, a una apología de la destrucció­n.

En el caso de los budistas, que tienen en la compasión una de sus principale­s virtudes, nos encontramo­s que el ejército de Birmania, budista por definición, persigue y masacra a la minoría rohinyá musulmana.

Durante siglos, en nombre de Dios se han exterminad­o pueblos, se han puesto bombas contra la población civil, se han quemado herejes y se han destruido ciudades enteras tras encomendar­se al Altísimo.

También se pueden hallar paradojas y anacronism­os en determinad­os libros que pregonan la igualdad humana, como que la salvadora lucha de clases en favor de los trabajador­es se convierte en una excusa para manipular, reprimir, controlar y someter la masa, apropiándo­se de la riqueza común y convirtien­do a los factótums del partido hegemónico en privilegia­dos verdugos. Por suerte, también hay muchos libros que son un exquisito alimento para el alma humana.

Algunos lectores y devotos los suelen interpreta­r a su manera, según sus convenienc­ias

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