Libros sagrados
Los llamados libros sagrados acostumbran a ser diferentes códigos religiosos convertidos en arquetipos intocables –tótems y tabúes- de las religiones instaladas en el planeta. Más allá de la Biblia, el Corán, la Torá, el Bhagavad-Gita, el Dhammapada, el Popol Vuh, el Camino o el Yi King, entre otros, también hay libros especiales que para mucha gente son –o han sido– casi sagrados: El capital, El libro rojo, Don Quijote, Hamlet, La divina comedia, El pequeño príncipe o Guerra y paz, pero algunos de estos últimos ya figuran en otro registro, el de los más vendidos.
Los libros sagrados dicen cosas que algunos de sus lectores, devotos y seguidores suelen interpretar a su manera, según las conveniencias y las servidumbres de cada uno o de cada facción. Una persona católica, por ejemplo, se puede aferrar a un Yahvé cruel y vengativo; otra a las bienaventuranzas del Evangelio y hacer suyo el mensaje de amor y perdón; y una tercera a la faceta rebelde de Jesús cuando expulsó a los mercaderes del templo. De hecho, en la Biblia hay de todo: guerras despiadadas, incestos y episodios de poligamia, pero también las poesías amorosas más refinadas y compendios de los consejos más sabios.
Mucha gente reprueba el Corán a través de la elección de algunos párrafos o determinadas suras para pontificar sobre la crueldad de un libro que, según ellos, incita al odio, a la guerra y a la violencia, mientras que muchos musulmanes proclaman que la palabra más repetida en el mundo islámico es salam (paz), y citan aquel fragmento que dice “Quién mata a un inocente que nunca ha hecho ninguna cosa perversa, es como si hubiera matado toda la humanidad, y quien salva una vida es como si hubiera salvado a toda la humanidad”.
Una cosa parecida pasa con el Bhagavad-Gita, el libro de los hinduistas, que según qué fragmentos se resalten, pasa de ser un canto divino a la bondad, la sabiduría y la alegría cósmica, a una apología de la destrucción.
En el caso de los budistas, que tienen en la compasión una de sus principales virtudes, nos encontramos que el ejército de Birmania, budista por definición, persigue y masacra a la minoría rohinyá musulmana.
Durante siglos, en nombre de Dios se han exterminado pueblos, se han puesto bombas contra la población civil, se han quemado herejes y se han destruido ciudades enteras tras encomendarse al Altísimo.
También se pueden hallar paradojas y anacronismos en determinados libros que pregonan la igualdad humana, como que la salvadora lucha de clases en favor de los trabajadores se convierte en una excusa para manipular, reprimir, controlar y someter la masa, apropiándose de la riqueza común y convirtiendo a los factótums del partido hegemónico en privilegiados verdugos. Por suerte, también hay muchos libros que son un exquisito alimento para el alma humana.
Algunos lectores y devotos los suelen interpretar a su manera, según sus conveniencias