La Vanguardia

“Yo veo el mundo a través del agua, serena o embravecid­a”

- MONTSE GIRALT IMA SANCHÍS

Nací en Valladolid y vivo en Barcelona, donde me gradué en Bellas Artes. Soy legalmente ciega desde hace cuatro años, pero con problemas de visión desde el nacimiento. Soy de izquierdas, pero no me identifico con ningún partido. Tengo la certeza de que existe algo que está por encima de esta vida

Certeza, dice? Sí, a los 17 años me atropelló un camión y me reventó por dentro, tuvieron que reconstrui­rme el estómago, el esófago..., y tuve una contusión cerebral que me mantuvo entre la vida y la muerte 72 horas. Lo puede contar.

Lo puedo contar porque ocurrió frente a un hospital. Recuerdo que estuve unos minutos inconscien­te durante los que sentí algo que jamás he vuelto a sentir y que me ayudó a seguir adelante, rota como estaba.

...

Tumbada en la acera oía como decían: “Se nos va, se nos va...”, pero yo nunca he estado tan presente, ni tan lúcida, me invadió un sentimient­o de plenitud y de continuida­d, la certeza de que la existencia no acaba con la muerte. Aquel suceso me cambió.

¿Qué cambió?

Mi determinac­ión. Yo estudiaba Magisterio, y me prometí a mí misma que si sobrevivía haría Bellas Artes, que era lo que me apasionaba.

¿Ya iba con bastón cuando la atropellar­on?

No, de hecho yo nunca fui muy consciente de mi discapacid­ad hasta hace cuatro años porque nací con miopía magna, tenía más de diez dioptrías en cada ojo, tropezaba constantem­ente. Después del accidente perdí la visión total de un ojo. Veía un poquito con el que me quedaba.

¿Y aun así hizo Bellas Artes?

Sí, y disfruté, salvo en la clase de geometría descriptiv­a. Después del accidente me operaron una catarata congénita y al cabo de dos años el iris se volvió negro y tuvieron que volver a operarme. Muchas complicaci­ones, y entre una y otra operación me quedaba en la negritud total durante meses.

¿Pintaba?

No, era frustrante. Hace cuatro años tuve el tercer desprendim­iento de retina, y aunque mi campo visual quedó muy restringid­o estaba contenta porque las probabilid­ades de salvar el ojo eran muy pocas y lo salvé. Pero entonces tuve el otro accidente.

¡…!

El primer día que salgo a la calle, voy a cruzar la esquina y veo a dos chatarrero­s cogiendo chatarra: “Quédate quieta”, me digo. Cuando me quise dar cuenta tenía una barra metálica dentro del ojo que me reventó el cristalino.

Qué mala suerte.

Piense que mi vida ya era prestada. Me pusieron una lente intraocula­r y tuve que esperar cuatro sangre no, y ahí se meses me reabsorbió prometí sentada a para mí en misma el saber sofá si que hasta vería por que algo poco la o que lo que ¿Y viera cómo siento. pintaría ve? Nunca lo que había albergo visto mejor. en mi interior,

Entre hay agua. la realidad Si un día y lo me que levanto yo percibo contenta con y mi todo ojo va bien, hojas, las y aguas los zapatos, están serenas, cordones. los árboles tienen

Sí, Un pero buen cuando día. sufro un sobresalto, el agua se turba, sin ver y nada, si tengo es como un disgusto, un salto puedo al vacío. estar meses

Al ¿Cómo principio ha pintaba evoluciona­do mucho su retrato, pintura? era muy minuciosa, pero lo hacía ojos sobre y boca todo me porque definían me una permitía cara, pagarme la carrera. A mí lo que me gustaba era el abstracto.

Y se lanzó.

Sí, y ahora también me gusta pintar retratos abstractos en los que intento captar el alma de las personas.

Se ha atrevido con un mural.

Sí, ahí está mi mundo, tal como yo lo veo, lleno de salpicadur­as, con sus días de aguas serenas, de mar picada o de tempestad.

En 124 metros lineales.

Mi gran sorpresa ha sido descubrir que desde que pinto lo que yo veo mi obra comunica mucho más. Digamos que desde que soy oficialmen­te ciega la gente se ha fijado en mí.

Ha ganado muchos premios.

Cierto, pero siempre ha estado ahí la coletilla: “Qué bien lo hace para ser ciega”, y duele. Por eso cuando se abrió la convocator­ia anónima para pintar un mural en el Parc Científic de Barcelona pensé que era mi oportunida­d.

La selecciona­ron sin saber que era ciega.

Sí, y he pintado mi manera de ver el mundo, pura agua. Es como si estuviera dentro de un submarino que navega a oscuras, sólo hay una pequeña escotilla por la que se divisa lo que hay fuera. A veces el mar está en calma, a veces revuelto.

¿Cuál es su emoción preferida?

El amor. Estoy muy enamorada de mi pareja. Y pintar me sumerge en ese lugar sin tiempo ni espacio, otro éxtasis.

¿Qué ha comprendid­o de las emociones humanas?

Que se pueden trabajar. Yo en teoría no tendría que estar viva, pero aquí estoy, y cada día es un regalo. Padecí mucho dolor y me prometí a mí misma que cuando estuviera bien nunca más volvería a enfadarme. A veces no soy capaz, pero siempre salta ese resorte en mi mente: “La vida es un regalo”.

¿Cuál es su sentimient­o más oscuro?

La rabia, que es de color marrón, muy oscuro. Pero el amor puede a la rabia, eso también lo sé. Mi amor por Daniel puede con todo. Llevamos juntos más de siete años. Nos conocimos por internet, nos contamos la vida por e-mail.

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