Audacia muy poco simiesca
Seguramente es el disco más arriesgado que han firmado los monos árticos hasta la fecha, y en este sentido es perfectamente comprensible las potenciales protestas de los que reclamen que estos no son los Arctic Monkeys canónicos. Y es que la propuesta de la banda de Sheffield en su sexto álbum viene a ser una suerte de viaje sonoro por un escenario marcado por los fantasmas y las diferentes neurosis que parecen gravitar en tono y dentro de Alex Turner. Un Turner que, además, ha agitado su habitual modo de empleo a la hora de cantar, y ha tumbado de forma consciente esa imagen que de él se tenía como la voz de una generación. Opta aquí por ser un crooner atípico.
Este viaje comienza desde el plano más evidente como podría ser el del menguante protagonismo de las guitarras, al desembocar la propuesta sonora de Tranquility Base Hotel & Casino en un escenario donde prevalecen unas arquitecturas que pueden resultar deslumbrantes pero a la vez francamente peligrosas. Allí está él cantando unas composiciones escritas al piano en donde abundan acordes nada simples, distorsiones reincidentes... sobre un fondo sonoro tirando a austero e inquieto. El riesgo revolotea desde el primer momento porque uno de los resultados de este loable álbum es que tiene más apariencia de ser una obra individual que no la de un grupo. Y a pesar de todo eso, es un disco ejemplar porque destila una audacia con cimientos muy sólidos pero a la vez una plasmación cargada de interrogantes, sobre todo en los directos venideros.