Gesticulación y realidad
Pese a todas las gesticulaciones republicanas e independentistas para conseguir la abstención de la CUP en la segunda vuelta del debate de investidura y pese a haber degradado el acto de toma de posesión del décimo president de la Generalitat, Joaquim Torra, del pasado jueves a un nivel inaudito, Catalunya ha entrado –se quiera o no– en una nueva etapa autonómica siguiendo los cauces establecidos en la Constitución y el Estatut.
Todos los partidos, incluso la CUP, se presentaron a las elecciones del 21 de diciembre convocadas bajo el artículo 155 de la Constitución tras una desgraciada DUI, y todos aceptamos la elección de Torra como president con el normativo refrendo del Rey y la publicación de la elección en el BOE y el DOGC como establece la normativa vigente.
Con ello ha quedado confirmado que –diga lo que diga la CUP y digan lo que digan los independentistas– Catalunya no es una república independiente sino una de las comunidades autónomas que configuran la actual estructura política española.
Ello no implica que Catalunya sea una más de las comunidades autónomas, pues aquí hay un fuerte sentimiento identitario y, como se ha puesto de manifiesto en el tercer Congreso de Economía y Empresa de Catalunya organizado por el Col·legi d’Economistes y clausurado este jueves en Barcelona, la economía catalana tiene una serie de potencialidades económicas y sociales que no se dan en otras comunidades, pero que no pueden hacer pensar a nadie en el supuesto supremacismo defendido por Torra, sino en una economía más dinámica y competitiva que la de otras regiones españolas.
En esta situación, con el expresident Carles Puigdemont creando el “Consell de la República” en Berlín al mismo tiempo que Torra rehusaba que Roger Torrent le tomara juramento y lucir la medalla de president –creyendo que con ello defendía que el presidente legítimo de la Generalitat sigue siendo, supuestamente, Puigdemont–, la Catalunya política ha entrado en una situación de doble realidad en que un 47,5% los votantes están a favor de mantener la ficción de una república catalana con capital en Berlín y el resto mayoritario ve que quienes nos gobiernan aceptan la realidad constitucional y estatutaria pese a que invoquen que estamos en la república independiente hija del 1 de octubre y de la “represión policial” o en su fase de construcción.
Como vamos de improvisación en improvisación, se hace difícil ver en qué va a desembocar el juego político actual entre causas judiciales, continuos viajes a Berlín, incertidumbres sobre el nombramiento de consellers de la Generalitat –restituidos o no a sus funciones a pesar de sentencias judiciales o residencias fuera– o, incluso, la amenaza de la CUP de que el Govern no debe aceptar el autonomismo que es lo que efectivamente está aceptando pese a las mencionadas gesticulaciones republicanas e independentistas.
En el mencionado tercer Congreso de Economía se han expuesto 185 ponencias con ideas para conseguir un modelo de Catalunya más eficiente y equitativo, pero a nadie se le ha ocurrido decir que esto se conseguiría saltándose las leyes y haciendo prevalecer la ficción y la gesticulación por encima de la realidad.
Este es un buen mensaje para lo que debería ser un futuro diálogo entre Madrid y Barcelona para ir “desactivando” el conflicto actual, evitando así daños mayores para todos.
Catalunya ha entrado, se diga lo que se diga, en una nueva etapa autonómica