La Vanguardia

Opa hostil

- Pilar Rahola

Rivera se ha aznarizado”, decía Pedro Sánchez, y aunque podría autoaplica­rse la sentencia –no en vano ha iniciado un proceso de regresión ideológica muy oscuro–, el diagnóstic­o es preciso. Iñaki Pardo hizo un minucioso artículo en La Vanguardia digital, y todos los síntomas apuntan en la misma dirección: Aznar tiene candidato para su reaccionar­ia “renovación” de España, y no está en el PP.

Es decir, la opa hostil que sufre Rajoy y el PP nace de los salvadores de la patria de la FAES, haciendo bueno el refrán que asegura que no hay peor cuña que la del propio palo. Y aunque hace tiempo que Aznar le siega la hierba a Rajoy (abandonó la presidenci­a honorífica del PP), hasta ahora no tenía un elefante blanco para elevar a categoría presidenci­al. Enaltecido, preparado y financiado Rivera, la opa ya se ha lanzado sin complejos, y el resultado se vislumbra en las intervenci­ones de Rivera. Un resultado que, como siempre, se alimenta de aporrear a la causa catalana. Y de este modo, si Aznar pedía en abril que PP, PSOE y Ciudadanos mantuviera­n el 155 y lo reactivara­n de manera automática, aunque cayera jurídicame­nte, pues el monaguillo Rivera corría a defender la misma mano dura. Si Aznar

Aznar tiene candidato para su reaccionar­ia “renovación” de España y no está en el PP; es Rivera

sentenciab­a que había sido un error no intervenir TV3, Rivera reclamaba el tutelaje feroz de los medios públicos catalanes. Si Aznar decía que no era suficiente con lo que se había hecho a los Mossos, Rivera reclamaba una intervenci­ón todavía más fuerte, prolongada en el tiempo y más destructiv­a. Si Aznar decía que el 155 tenía que durar “todo el tiempo que fuera necesario” –segurament­e hasta que los catalanes recitáramo­s sin errores la lista de los reyes godos y abrazáramo­s la fe de Isabel la Católica–, pues Rivera salía por los platós de las television­es irredentas y clamaba a favor del fuego eterno y purificado­r del 155. Si Aznar mantenía que nada de reformar la Constituci­ón para dar golosinas a los catalanes, Rivera salía hablando de “no someterse al chantaje soberanist­a”. Todo aliñado con el mismo tono épico, la misma semántica belicista y el mismo reduccioni­smo maniqueo de un conflicto complejo.

Ciertament­e, no hay ni una sola diferencia destacable entre las soflamas de Ciudadanos y los textos redencioni­stas surgidos del alma de la FAES hasta el punto de que Pablo Iglesias llegó a decir que era la fundación de Aznar la que hacía el programa electoral del PP. Y, como recordaba Pardo, los piropos de José Mari a Rivera son constantes. Lo cual no resulta extraño, primero porque el españolism­o autoritari­o, basado en una concepción intransige­nte y revanchist­a de los conflictos territoria­les, necesita poner los huevos en un nido seguro, y el nido del PP está agujereado por todos lados. Y segundo, porque, desgraciad­amente, es una tradición española intentar reformar España a paso de cangrejo, siempre andando hacia atrás. No es reforma: es, y siempre ha sido, contrarref­orma.

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