La Vanguardia

El sumiller David Seijas saca sus primeros vinos inspirado en El Bulli

- C. JOLONCH

Cuando David Seijas, sumiller de El Bulli, conducía a diario por la carretera que va de Roses a la cala Montjoi, le gustaba mirar los viñedos de la finca de Mas Marès que había visto crecer y que hacían aún más hermoso aquel paisaje que conocía palmo a palmo. A veces jugaba a imaginar que algún día elaboraría un vino con aquellas uvas garnachas del parque natural del Cap de Creus. Segurament­e con su amigo del alma Ferran Centelles, con quien compartían la tarea de servir los vinos a los comensales que habían conseguido mesa en el mítico restaurant­e. “En El Bulli siempre hubo dos sumilleres: una genialidad de Juli Soler, que fue quien nos contrató a Ferran Centelles y a mí. Los dos siempre fuimos como el yin y el yang. Él es como mi hermano y le debo todo. Especialme­nte que me llamara cuando yo estaba de vacaciones en el otro lado del mundo para decirme que había quedado una vacante, que podíamos compartir la responsabi­lidad”.

Con la distancia de los casi siete años transcurri­dos desde el el cierre de El Bulli en el verano del 2011, reconoce Seijas que aquello para él fue un shock. “Me di cuenta de que yo era muy feliz abriendo botellas, pero no me veía haciendo lo mismo en ningún otro lugar”. Explica este sumiller que cuando buena parte del equipo se fue a Barcelona a poner en marcha el proyecto de la Bullipedia, en la gran nave donde se ubicó el Bulli Lab, él se sumó al grupo. Pero no tardó en darse cuenta de que aquello no era lo suyo y las paredes se le caían encima. “La mayoría de los cocineros que trabajaban con Ferran Adrià abrieron sus propios restaurant­es: yo lo que quería era mantener vivo el espíritu de Juli Soler y de la parte liquida de El Bulli. Había aprendido a saber lo que gustaba a los comensales y quería hacer un vino con la visión del sumiller que sabe adaptarse a esos gustos.

Confiesa que recuerda con un poco de nos- talgia aquellos días en que cuando estaba agobiado se escapaba un ratito por la parte trasera del restaurant­e y se plantaba en una roca junto al mar. “Allí me desahogaba soltando un grito y me quedaba nuevo”. Seijas cuenta esta anécdota mientras abre una maleta para mostrar los primeros frutos de su nuevo proyecto: acaban de salir las primeras botellas de dos vinos, un tinto y un blanco, con el sello que ha creado, Gallina de Piel. “Siempre admiré a Johan Cruyff y quería rendirle homenaje. Además me apetecía jugar con el sentido del humor, como siempre se hizo en la cocina de El Bulli”. El primer vino que descorcha Seijas es el tinto La Roca del Crit. Está elaborado con las garnachas con las que siempre soñó hacer su primer vino y el

nombre le devuelve a aquella roca en la que se desahogaba cuando el servicio se complicaba y a la que él siempre llamó así, la roca del crit. Lo ha elaborado con Anna Espelt, la enóloga de Mas Marès. “Es garnacha negra de una tierra árida, encarada al mar, con tramontana de un paisaje que para mí siempre fue como el paraíso. Cuando le propuse a Anna Espelt, la propietari­a, amiga desde hace años, le pareció genial”. Seijas, que fue Nariz de Oro en el 2006 y se formó en el bar de sus padres, en Seva, explica que él no tiene el conocimien­to para elaborar sin la ayuda de un experto, “pero sé escuchar al cliente y el vino que me gustaría conseguir”. Así, de la complicida­d entre el sumiller y la enóloga surgió el primer tinto. El primer blanco lo ha querido elaborar en Galicia, de donde procede su familia, y homenajear así a su padre, que murió hace poco. Se llama Manar dos Seixas y está elaborado con treixadura y una pequeña parte de godello, albariño y loureiro blanco. Habrá nuevos vinos de diferentes paisajes.

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SEIJAS David Seijas en las viñas de Mas Marès, en Cap de Creus
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