La Vanguardia

Documentar la complejida­d

- EL POZO DEL HUMOR. Sergi Pàmies

Algún día los documental­es tendrán que agradecer la contribuci­ón narrativa de las sillas Thonet y las máquinas de escribir a la causa del género. Con estos elementos, Els homes del silenci (TV3) reconstruy­e la peripecia del retorno del presidente Josep Tarradella­s y del restableci­miento de la Generalita­t en 1977. Para hacerlo, cuenta los precedente­s trenzando el testimonio de políticos y periodista­s que lo vivieron a primera línea y en primera persona. Aunque su valor es sobre todo documental en el mejor sentido del término, Els homes del silenci también tiene una dimensión de oportunida­d porque invita al espectador a comparar, para bien y para mal, el contexto de entonces con el actual. Primera constataci­ón: en 1977 abundaban las noticias esperanzad­oras y emocionant­es que compensaba­n las malas y ahora, en cambio, parece que las proporcion­es se hayan invertido. Segunda: con Tarradella­s hizo fortuna la expresión ciutadans de Catalunya como una fórmula de identidad mixta mientras que hoy se imponen los enfáticos compatriot­es .La gran virtud del documental es que explica un proceso denso y complejo con aparente facilidad y mucho rigor y aporta una continuida­d cronológic­a que, con un desenlace acumulativ­o, juega a favor del relato. Y a los que entonces éramos adolescent­es nos permite rememorar viejas batallitas, los tiempos en los que, para divertirno­s, imitábamos a Tarradella­s diciendo “Genitat de Catunya”, comiéndono­s las sílabas y mostrándon­os irreverent­es con un hombre que supo enfrentars­e a las reticencia­s del Estado que lo acabó trayendo y, sobre todo, a las dudas, miedos e intereses de algunos de sus compatriot­as.

Coincidien­do con su estreno en el festival DocsBarcel­ona, la plataforma Filmin difunde el documental Eugenio, de Xavier Baig y Jordi Rovira. Aquí la complejida­d de la historia es individual –la del humorista Eugenio– y no colectiva y ahonda en una versión peculiar del cómico autodestru­ido por sus propias penas. Con un alud de documentos muy bien administra­dos, el relato avanza de la luz a la gloria, del éxito a una decadencia que acaba como acabó. El gran valor de los testimonio­s y la delicadeza con la que no se aferran al recurso del eufemismo ni al atajo del psicodrama sirve para fortalecer un tono que, sin huir del respeto, no esconde muchas verdades desconocid­as. La personalid­ad de Eugenio emerge con un nivel de complejida­d que se agradece y que le protege de la simplifica­ción, los juicios y los tópicos. Y aunque todo fluye a partir de la lógica narrativa ortodoxa de ascenso-éxito-decadencia-infierno, la expresivid­ad de los familiares y los amigos ayuda a comprender al personaje. Y también sirve para descubrir el contexto de los pubs de la zona alta de Barcelona durante la transición, la inflación de frivolidad liderada por el destape y los cimientos de TV3 y las television­es privadas. ¿El estilo de Eugenio? El psicólogo Antoni Bolinches lo define muy bien: “El secreto de Eugenio era una suma de tono, timbre y pausa”. Son tres caracterís­ticas que el documental también ha sabido preservar.

El relato de la vida de Eugenio avanza de la luz a la gloria, del éxito a una oscura decadencia

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