La Vanguardia

La elegancia de los camareros

- David Carabén

Tengo un amigo que siempre ha hecho de camarero. Uno de los clientes del bar que regentaba se lo encontró, un día que tenía fiesta, vestido de calle, y me hizo notar que estaba muy decepciona­do por su manera de vestir: “Iba hecho un desastre”. El uniforme de camarero, con la sobriedad de los pantalones negros y la camisa blanca de rigor, pensé, le pegaban como una segunda piel, a mi amigo, y le conferían una elegancia que, es verdad, quizás no tenía de manera natural.

A veces, cuando oímos hablar gente que no habla a menudo en público, o cuando conocemos en persona alguna celebridad, tenemos la misma decepción. La imagen que nos habíamos hecho no se ajusta a la que obtenemos desde el nuevo punto de vista. La voz aflautada de Beckham, por ejemplo, que sólo se destapaba en contadas entrevista­s, amenazaba su indiscutib­le estatus de sex symbol metrosexua­l. A mí me hacía pensar en aquellas estrellas caídas del cine mudo, que tuvieron que abandonar Hollywood por la llegada del sonoro, todas ellas con voces que no estaban a la altura de su brillo en el celuloide. El argumento de Cantando bajo la lluvia, vaya. En menor grado, cuando escuchamos hablar a Andrés Iniesta, a pesar de la sensatez de sus puntos de vista, en su capacidad expresiva sí que echamos de menos el estilo extraordin­ario de su juego: aquel infinito despliegue de recursos, la clarividen­cia para resolver cada situación y una refrescant­e desenvoltu­ra a la hora de encarar al adversario...

Precisamen­te de este vértigo, lo que produce en algunos jugadores tener que hacer declaracio­nes para la prensa, hablaban Messi y el periodista Martín Souto en la entrevista que esta semana ha concedido el argentino a una televisión de su país. El crack del Barça ha aprendido muy poco a poco a dejarse ir cuando habla en público. De hecho, casi sólo lo hace con interlocut­ores argentinos, entiendo que para no tener que sacrificar la muleta de los modismos, las expresione­s y los giros de su variante lingüístic­a. El fútbol, como tantas otras disciplina­s, es un medio de expresión, un lenguaje, en el que se puede sobresalir perfectame­nte mientras, por desgracia, se olvidan de otros... Uno se da cuenta de ello rápidament­e, y el deporte ofrece muchos ejemplos: a veces, entre hablar como un poeta y hacerlo como un memo, no hay mucha distancia. El argumento de Bienvenido, Mr. Chance, vaya. No es el caso del portero Gianluigi Buffon, que hoy juega el último partido con la Juve y el jueves, en la rueda de prensa de su despedida, soltó sentencias como esta: “Para mí, la esencia de la vida es esta: encontrar un desafío, que después no importa si lo ganas o pierdes, es la belleza de luchar por este desafío. Aquí se encuentra la esencia del deporte y de la vida misma”.

Cuando escuchamos hablar a Iniesta, a pesar de la sensatez de sus puntos de vista, en su capacidad expresiva echamos en falta el estilo de su juego

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