El fondo de armario lleva al Madrid a la final
El duelo siguió alguno de los protocolos que se presumen a ambas entidades, dos grandes del baloncesto europeo. Hubo arreones (30-20 para el CSKA en el primer cuarto, con doce puntos de Higgins), reacciones (46-47 para el Madrid al cierre del segundo, con tres triples de Carroll), instantes de lucidez en ambos bandos y al final un desenlace abultado, bendecido por el fondo de armario blanco. El CSKA, cuajado de individualidades, apenas fue un bloque: en manos de un disperso Sergio Rodríguez, jugó de más a menos.
La semifinal se la llevó el Madrid, que mañana buscará su décimo título europeo. El CSKA se quedará donde estaba, en los siete títulos con los que había llegado a Belgrado, lo que no está del todo mal.
Ocurrieron cosas inesperadas en el primer cuarto. Esa fue la fase de inspiración de Higgins. Sumó doce puntos en ese tramo, con canastas de todos los colores: firmó triples, mates y dejadas y elevó la diferencia hasta los diez puntos para el CSKA (30-20).
Lejos de un monólogo de Higgins, aquello fue un espejismo. No hubo más noticias de Higgins. Intentaron seguirle los pasos Clyburn y De Colo, pero aquello no le bastó a los rusos.
Respondió el fondo de armario del Madrid. Entraron Causeur y Carroll, y así dieron oxígeno a Doncic, que no acababa de entrar en el partido pero que luego volvió hecho una furia. Su reaparición estabilizó a los blancos, más compactos, menos deslavazados que el CSKA. El esloveno sumaba trece puntos en el descanso, donde se llegaba ya con ventaja blanca, y el Madrid no desaceleró.
Cada vez que el CSKA trataba de levantar la cabeza, aparecía algún talento blanco. Si no era Llull, lo hacía Ayón, hiperactivo bajo el tablero.
En todo ese tramo, se fundió Sergio Rodríguez. No apareció el faro del CSKA, de manera que el equipo perdió el norte. Disfrutando de ventajas que llegaron hasta los doce puntos (61-73), los blancos se emplazaron a la final.
Allí les espera el Fenerbahçe turco, un conjunto particularmente inspirado. Ayer, Mohamed Ali (19 puntos) y Luigi Datome (16) impartieron una magnífica lección de baloncesto ante el Zalgiris del técnico Sarunas Jasikevicius, que siempre fue a remolque: 76-67.