Catálogo de sonrisas
Nada es casual. No lo es, por ejemplo, que tanto en Corea del Norte como en Catalunya se abuse de la sonrisa como arma propagandística para aparentar éxito y felicidad. Y tampoco es casual que el coreano Jong-un, ese niño grande de los juguetes y el chocolate, se apellide Kim y que el catalán Torra, ese exejecutivo de seguros y exaparente editor, se llame Quim. Además, ninguno de los dos manda. Al coreano goloso lo manda China y al catalán, que parece más de vainilla que de chocolate y nata, lo manda Puigdemont. Nada es, pues, casual sino causal. Y, mientras tanto, en Berlín, una imagen de la virgen de Montserrat ha sido convertida en florero propagandístico por razones mediáticas y políticas. No sé yo si a la madre de Dios le gustan estas astucias demasiado soeces y burdas, demasiado evidentes para ser eficaces. Es cierto que más falsas que sinceras, la más taimada e indecisa, la más asustadiza y, desde luego, agazapada, es la del señor Quim Torra, sin duda más adecuada para un abad o una abadesa, no necesariamente benedictinos, que para un político. Y, por supuesto, no es nada apropiada para un vendedor de seguros. Algo que podría explicar muchas cosas. Lo único que no puede emanar de la figura de un vendedor de seguros es inseguridad. Al ser rubia, la también aparente sonrisa propagandística de Elsa Artadi destaca mucho más que la de Fray Torra. Además, esta mujer abusa de cierta gesticulación tribal, que es muy propia de actrices y actores. La tercera sonrisa aparentemente falsa es la de Eduard Pujol. Este hombre, que intenta sin ningún éxito parecer simpático, es tan alto y ancho que se le ven demasiado sus intenciones o ambiciones. Pendiente siempre de las cámaras fotográficas y de televisión, es decir, pendiente siempre de