La Vanguardia

Iniesta se despide del Camp Nou

Iniesta lleva días conteniénd­ose, pero intuye que esta noche, la de su último partido con el Barça, será la más difícil

- JOAN JOSEP PALLÀS

Xavi Hernández, que se está sacando el carnet de entrenador en Madrid y del que todo el mundo sabe que acabará en el banquillo del Barça, rompió a llorar a moco tendido. La imagen anticipaba la nostalgia que se nos viene encima. Sucedió el viernes, durante el acto institucio­nal que debía servir para empezar a despedir a Andrés Iniesta. Se está haciendo largo, infinit, como reza el acertado lema oficial de este duro adiós. Iniesta estaba leyendo su discurso en un escenario habilitado para la ocasión en el palco del Camp Nou, escrito en soledad horas antes en su casa de Esplugues. Se lo leyó antes a Joel Borràs, uno de sus hombres de confianza, apreciadís­imo porque le presentó a la que ahora es su mujer Anna, y también a José Manuel Lázaro, que dejó su sempiterna y entrañable mala uva para emocionars­e, ya sobre el césped del estadio a modo de último ensayo. Ambos le dijeron que adelante. A la hora del discurso, pocos aguantaron. Aunque lo supo disimular, lloró Jordi Évole, elegido por Andrés para presentar el acto; se emocionó también Ramon Sostres, su abogado y representa­nte de toda la vida, un tipo fiable, amigo de Carles Puyol, nacidos los dos en La Pobla de Segur, rocosos pero hasta cierto punto. Lloraron Mari, la madre; José Antonio, el padre, y Maribel, la hermana. Y su mujer y su cuñado. El único que aguantó el tipo fue Iniesta, con apuros, pero pasó la prueba. Pero el hombre se ve venir que ya no le quedan fuerzas para contenerse más.

“Por primera vez en mi vida jugaré un partido llorando”, confesaba Iniesta acabada la fiesta. Intuye que todas las emociones convergerá­n esta noche cuando sea consciente de que el partido contra la Real será el último de su larga y memorable carrera en el Barça. Ha sido más de media vida.

Todo empezó en un Ford Orion

que salió de Fuentealbi­lla. Los pasajeros eran cuatro: sus padres, él y un abuelo. Primera parada, Port Aventura para amortiguar el posterior golpe que implicaría la separación. Segunda, la Masia, el todo o nada. La experienci­a fue durísima para un niño de 12 años, reservado además como él. “En el viaje no llegamos a cruzarnos ni 10 palabras”, reconoció el viernes. Hoy ese largo viaje se acabó.

Iniesta se va y los aficionado­s al fútbol sufren un ataque de melancolía. Deja Iniesta un vacío enorme, un cráter de compleja reparación. Porque nadie como Iniesta

ofrece en el panorama mundial ese fútbol levitante que escapa de los problemas con una sencillez de estética refinada. La croqueta (alioli según el vestuario) para sortear con dos toques velocísimo­s la entrada de un defensor; el pase vertical al espacio que nadie más detecta; esos controles (“le tiras un melón y gracias a sus recursos el pase de mierda que le has hecho parece bueno”, suelta un compañero); y los goles, pocos pero decisivos. ¡Stamford Bridge! Que se vaya Iniesta es un golpe bajo difícil de soportar porque nos remarca el paso del tiempo. Le descubrimo­s siendo un niño frágil, una figura de porcelana que parecía que se fuera a romper, hasta desamparad­o. Y hoy los pocos pelos que le quedan son canosos. No envejece sólo Iniesta. Envejecemo­s todos y eso nos desconsuel­a.

La Vanguardia le propuso a Iniesta una fotografía a modo de homenaje. Era un regalo recíproco, se podría decir. A Pedro Madueño, maestro fotógrafo, se le ocurrió plantifica­r una puerta sobre el césped del Camp Nou, el que ha sido el salón de su casa durante años para el futbolista, la pintó de azul y se la hizo abrir para decir adiós. Genialidad­es para el genio. La imagen conmueve, aunque al mismo tiempo es maravillos­a.

Le esperan esta noche a Iniesta un partido de 90 minutos y un homenaje de 40 más. El Camp Nou tiene la obligación de llenarse. No se marcha (a Japón, por cierto) un tipo cualquiera. Nos deja, temporalme­nte, un tipo que a ratos nos lo hizo pasar extremadam­ente bien. Y eso, aunque pueda parecer poco, no tiene precio.

La imagen de Xavi llorando anticipa la nostalgia que se nos viene encima

Todo empezó en un viaje desde Fuentalbil­la en el interior de un Ford Orion, hoy se cierra el ciclo

El Camp Nou debe llenarse hoy, habrá 90 minutos de fútbol y 40 más de emociones

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PEDRO MADUEÑO Iniesta cierra la puerta. El capitán del FC Barcelona disputa esta noche su último partido con la camiseta azulgrana a los 34 años. La Vanguardia invitó al jugador al césped del Camp Nou, allí donde su juego se ha expresado mejor, para decir adiós a...

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