Jose Luis Molinuevo
FUNDACIÓ MARAGALL
La Fundació Maragall estudiará con 400 voluntarios cómo medir el riesgo de demencia en personas de 60 a 80 años que se quejan de pérdidas de memoria. Quieren validar un método que realmente permita una prevención eficaz.
Disfruto de la extraordinaria suerte de tener un grupo de amigas que, aparte de intercambiar noticias y comentarios en el grupo de WhatsApp, quedamos para cenar y pasamos la noche tejiendo la complicidad. Somos todas mujeres, de profesiones diversas, con vidas intensas y de edades próximas, aparte de compartir la estima y el dolor por nuestra tierra.
Empezamos, pues, como un grupo de afinidad ideológica que, con el tiempo, ha sabido reforzar las emociones. Y ahora, más allá de las ideas compartidas, nos hemos convertido en una auténtica red de protección y estima.
Pienso en ello después de nuestra última cena. Como siempre, fueron unas horas intensas donde la conversación anduvo por todos los senderos de la vida: las emociones, las parejas, los éxitos y los fracasos, las penas, los miedos, Catalunya... Y mientras contemplaba aquel grupo de mujeres fuertes que han esculpido con determinación el muro de su vida, recordé la maldad que hemos arrastrado durante todos los siglos del patriarcado: la idea de que las mujeres no somos solidarias entre nosotros. Es una de aquellas mentiras que hemos acumulado en la mochila de los prejuicios nacidos al albur de la misoginia que ha definido la historia de nuestra sociedad. Pero el hecho es que es absolutamente
Las mujeres no somos enemigas de las mujeres; las mujeres somos las mejores amigas de las mujeres
mentira, que las mujeres acostumbramos a crear sólidas y profundas redes de empatía y complicidad y que es entre mujeres, y con las mujeres, donde encontramos la mayor capacidad de comprensión. No hay lenguaje más sutil, más delicado y más profundo, que el que se produce entre mujeres.
La pretendida competencia enfermiza, ejemplarizada en la pelea de melenas de toda la mitología literaria, la idea de que no hay peor enemigo para una mujer, que otra mujer, y el resto de sinónimos que retratan el mito de la loba contra la loba, es una de las muchas distorsiones socio culturales con que nos hemos educado y que, todavía ahora, tienen un considerable éxito. Pero la verdad es justamente la contrario, porque los grupos de amigas acostumbran a ser redes sólidas de ayuda, comprensión y protección, y, aunque las relaciones de pareja pueden llegar a grados muy elevados de complicidad, es difícil una complicidad mayor que la que se establece entre buenas amigas. Las mujeres no son enemigas de las mujeres. Las mujeres son las mejores amigas de las mujeres.
Aristóteles decía que un amigo fiel era un cuerpo con dos almas, y disfrutando de mi grupo de amigas, en esta noche amable de conversaciones, emociones, penas y alegrías, he tenido esta impresión justa, la de formar parte de un cuerpo con múltiples almas, diversas y contradictorias, pero intensas y unidas. Vamos juntas por la vida, y aunque todas vivimos la vida propia, nuestra vida es más completa por estos ratos maravillosos en que la compartimos intensamente. En realidad, no somos un grupo de amigas, somos una red de amor que palpita al unísono.