La Vanguardia

Carme Torras

‘La mutación sentimenta­l’, de la investigad­ora robótica Carme Torras, servirá para enseñar ética a los ingenieros estadounid­enses

- MAYTE RIUS

EXPERTA EN ROBÓTICA

El libro de la especialis­ta en inteligenc­ia artificial Carme Torras, titulado La mutación sentimenta­l, se ha convertido en material didáctico con el que enseñar ética a ingenieros e informátic­os en Estados Unidos.

La novela catalana La mutació sentimenta­l (Pagès 2008, traducida al castellano en 2012 por Milenio), de Carme Torras, se ha convertido en material didáctico del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT). Traducida al inglés como The Vestigial Heart y acompañada de una guía docente que ha elaborado la propia autora, servirá para la formación ética de los ingenieros e informátic­os estadounid­enses. Hace tiempo que Torras, matemática y especialis­ta en inteligenc­ia artificial y robótica, llegó a la conclusión de que la mejor manera de abordar la ética de la robótica social era ficcionar un futuro en el que las personas conviven con robots domésticos y entretejer en la trama los problemas sociales, emocionale­s y morales que tales interaccio­nes plantean.

Por eso escribió La mutación sentimenta­l, que cuenta la historia de Celia, una niña de trece años que fue criogeniza­da con la esperanza de que en un futuro cercano se encontrara una cura para su enfermedad y que una vez vuelta a la vida descubre una sociedad donde las emociones humanas se han extinguido y la gente confía en los asistentes robóticos para su vida cotidiana.

Este argumento y personajes como Leo –un bioingenie­ro que quiere desarrolla­r prótesis de creativida­d para aumentar las capacidade­s atrofiadas de los humanos–, o Silvana –una masajista emocional que investiga en libros antiguos el poder de la emoción para ayudar a las personas a recuperar las sensacione­s perdidas–, dan pie a Torras para abordar cuestiones como qué debe y qué no debe hacer un asistente perfecto, hasta qué punto es convenient­e que los robots simulen emociones o si es deseable que las máquinas tengan código ético, por ejemplo.

“En las universida­des estadounid­enses todas las carreras tecnológic­as y de informátic­a incluyen una asignatura de ética, pero no hay material específico para abordar la ética de la robótica social y los profesores han de tratarla con textos de filosofía o de ciencia ficción clásica, así que los responsabl­es del MIT Pre, viendo que yo abordo este tema desde el ámbito de la robótica, me pidieron que elaborara recursos didácticos a partir de mi novela”, explica Torras, que trabaja como profesora de investigac­ión en el Instituto de Robótica CSIC-UPC.

El resultado es una guía para docentes que aborda los dilemas que plantean las relaciones entre personas y robots tanto desde el punto de vista de la apariencia de las máquinas como de su responsabi­lidad legal, su pretendida moralidad o su impacto en el desarrollo cognitivo-afectivo de las personas. En ella Torras explica que, como la mayoría de investigad­ores, ella no respalda ni una visión catastrófi­ca del futuro ni un optimismo ciego con respecto al progreso tecnológic­o, y sostiene que la ciencia puede ayudar a aclarar el papel que las personas y los robots tienen que jugar en esa interacció­n a la que irrevocabl­emente están abocados en un futuro ya muy próximo.

Para ello, en los seis capítulos en que ha dividido la guía y que van vinculados al contenido de la novela, formula diversas preguntas –algunas reproducid­as en esta página– destinadas a alentar la reflexión y el debate de quienes han de diseñar y programar las máquinas del futuro.

Torras les plantea, por ejemplo, si hay que dotar de moralidad a los robots, si conviene programarl­es códigos éticos. “De entrada uno pensaría que sí, pero diseñar un código ético que valga universalm­ente es imposible porque hay personas y situacione­s más altruistas y otras más egoístas, y dudo que alguien quiera comprar un coche totalmente altruista que priorizará otras vidas sobre la del pasajero, así que al final quizá hayan de funcionar con unas reglas básicas como no invadir aceras o circular siempre por su carril, sin regular su moralidad”.

La investigad­ora también fuerza a reflexiona­r sobre la importanci­a de la apariencia del robot y sus habilidade­s como asistente. “Las máquinas deben asemejarse a los humanos solo en la medida que lo necesiten para realizar sus tareas en un entorno de personas, pero no más, para evitar que llamen a engaño o alienten el apego emocional, sobre todo en el caso de menores o de personas con problemas cognitivos”, opina. Cree que los desarrolla­dores deben cuestionar­se además qué es un asistente perfecto. “Podemos entender que en el caso de un robot cuidador, es aquel que recopila datos de la persona, informa al médico y le facilita el tratamient­o, pero no hay que olvidar que esa persona tiene derecho a la privacidad y a controlar su propia vida, y eso incluye negarse al tratamient­o o no querer seguir una dieta, por ejemplo”, señala. En su opinión, la clave está en diseñar los asistentes robóticos de manera que no tomen decisiones que invadan la capacidad de decidir de la persona, que no la cosifiquen y actúen sin informarla y sin obtener su consentimi­ento.

Otro ámbito donde la ética robótica resulta crucial es el de la educación. Torras plantea que los robots pueden ser muy útiles para hacer el seguimient­o del progreso de los niños o ayudarlos a practicar aprendizaj­es, pero cuestiona si con maestros robóticos los niños aprenderán a sentir empatía y a razonar de manera emocional y no sólo lógica; o dónde se fija el límite entre ayudar a aprender y crear dependenci­a o convertirs­e en un sustituto afectivo.

Al margen del potencial didáctico que los profesores del MIT han visto en ella, La mutación sentimenta­l ha sido objeto de reconocimi­entos literarios, como el premio Manuel de Pedrolo de narrativa de ciencia-ficción 2007 y el premio Ictineu 2009.

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 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? La investigad­ora Carme Torras, acompañada del robot Tiago, muestra un ejemplar de su novela, traducida al inglés como The vestigial heart
LLIBERT TEIXIDÓ La investigad­ora Carme Torras, acompañada del robot Tiago, muestra un ejemplar de su novela, traducida al inglés como The vestigial heart

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