Bruselas se enfrenta a la pesadilla italiana
Preocupación porque la tercera economía de la eurozona ha caído en manos de dos fuerzas populistas y euroescépticas
Las alegrías duran poco en casa del euro. Después de un año horrible como el 2016 en que se sumaron los resultados del referéndum del Brexit y los pronósticos de las encuestas advirtiendo del ascenso del populismo, llegó un 2017 más tranquilizador. Caían derrotados Geert Wilders en Holanda y Marine Le Pen en Francia y Europa suspiraba aliviada. Pero el populismo europeo no ha tardado en volver a morder, y tal vez, con más fuerza que nunca. La extraña pareja que forman La Liga y el Movimiento 5 Estrellas se ha hecho con el mando de un país fundador de la UE, de la tercera economía de la zona euro, y está diseñando unas políticas rompedoras con las normas básicas europeas.
Semejante panorama es contemplado con preocupación creciente desde Bruselas. Es la crónica de una pesadilla anunciada. El propio presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ya advirtió a finales de febrero, por tanto antes de las elecciones del 4 de marzo, que “había que prepararse para el peor de los escenarios”. En aquel momento el temor era que los resultados dificultaran la formación de un gobierno operacional. Fue lo que pasó. Y aunque al final sí se consigue formar un ejecutivo, está formado exclusivamente por fuerzas absolutamente euroescépticas, por no decir antieuropeas.
Es cierto que en la última versión del programa de gobierno se han suprimido bombas políticas de tal calibre como un referéndum para salir del euro, el cuestionamiento de los criterios de Maastrich y la pretensión de que el BCE les condonara parte de la deuda. Algunos lo interpretan como una retirada táctica, para evitar un enfrentamiento inmediato y un revolcón en los mercados financieros que ya se insinuaba. Tal vez, los italianos, extrayendo algunas lecciones del caso griego, con la batalla abierta que mantuvieron el eurogrupo y un gobierno rebelde, prefieren no estrenarse con un choque frontal, y esperar a un momento más oportuno.
El nuevo Gobierno italiano será un socio difícil en muchas áreas. Complicará la unidad de los 28 a la hora de lidiar con Putin, dado su interés en suprimir las sanciones a Rusia. También se prevé polémica en la política la emigración, donde pretenden practicar expulsiones masivas. Además, llega en el inicio de la negociación de los presupues- tos europeos de los próximos siete años, una distribución de fondos que determina las políticas y fija las prioridades. Y ahí, recordemos, se decide por unanimidad.
Pero, donde los efectos pueden ser más determinantes es en la zona euro que está en pleno debate sobre su reforma, con un presidente francés, Emmanuel Macron, que empieza a contemplar impotente cómo sus propuestas se pierden en el vacío, si no es que chocan con muros por el momento infranqueables. En este impasse, una Italia abiertamente euroescéptica puede complicar aún más un terreno ya suficientemente resbaladizo.
Dos son los grandes problemas que arrastra Italia y que han contribuido a reforzar el sentimiento antieuropeo. Por un lado, la percepción de que los socios europeos les han fallado para hacer frente a la llegada masiva de inmigrantes a sus costas. Por otro, el estancamiento del crecimiento que sufre desde hace años. Jean Pisani-Ferry, del think tank Bruegel y ex asesor de Macron, mantiene que en contra del pensamiento convencional, la elevadísima deuda italiana no procede de los déficits presupuestarios , sino “de la alta y excesiva deuda heredada de los años 80 y de que no ha conseguido un crecimiento significativo en dos décadas”. El legado del pasado continúa pesando demasiado en el presente. Y desde Italia, se acusa a la camisa de fuerza fiscal de la eurozona de frenar el crecimiento.
Italia crecerá este año un 1,5%, el porcentaje más bajo de toda la zona euro según las previsiones de la Comisión Europea. Creciendo a este ritmo no se consigue reducir el elevado nivel de endeudamiento que arrastra Italia, un 132%, que se va manteniendo intacto a lo largo de los años. En definitiva, la tenaza que somete a Italia es el exceso de deuda y la falta de crecimiento.
Con las medidas anunciadas, más gasto y menos ingresos, el nivel de deuda tenderá irremisiblemente a aumentar.
En los últimos días, las autoridades europeas han ido con pies de plomo para evitar pronunciarse sobre el programa de gobierno italiano. Esta semana, el mismo Juncker ha recuperado su cara más amable para afirmar que “Italia tiene la máxima importancia para la UE, que no estaría completa sin los italianos”. Prudencia pública que sólo se ha acompañado de recordatorios puntuales de que las reglas están para cumplirse. Punto de advertencia ante los problemas que ya aguardan en la antesala. En Bruselas ya se han abrochado los cinturones. Los vientos de Italia anuncian turbulencias.
Al quitar las medidas más provocadoras del programa de gobierno se evita un primer choque frontal
La enorme deuda histórica y la falta de crecimiento son los lastres que arrastra la economía italiana