La Vanguardia

La nación confusa

- Lorenzo Bernaldo de Quirós, CUADERNO DE MADRID Enric Juliana

Conversaci­ón con el profesor de Ciencia Política, Ignacio Sánchez-Cuenca, que acaba de publicar La confusión nacional, ensayo sobre la repercusió­n de la crisis catalana en la calidad de la democracia en España.

Nes fácil nadar hoy en contra de la corriente. Ni en Madrid, ni en Barcelona. Sumergidos en una verdadera crisis de régimen, como escribía ayer en La Vanguardia,

uno de los más conspicuos liberales de la capital de España, todo parece muy confuso. Bajo el paraguas de una recuperaci­ón económica que nadie sabe cuanto durará, se hallan en curso importante­s reajustes en la relación entre la sociedad y el Estado. La cuestión de Catalunya forma parte de este crítico reajuste, muchos días ilegible. Detrás de la confusión y el ruido, detrás de la crisis de Estado, se van recomponie­ndo las relaciones de poder.

Ignacio Sánchez-Cuenca,

un hombre acostumbra­do a nadar contracorr­iente, cree que estamos asistiendo a una fase de fortalecim­iento del Estado, así en España, como en los demás países europeos. España no se rompe, aunque pueda parecerlo. El Estado trabaja para fortificar­se, con el apoyo de amplios sectores de la sociedad española deseosos de salir de la angustiosa sensación de crisis.

Las respuestas que hasta ahora se han dado a la cuestión de Cataluya están tensando la democracia y la pueden devaluar seriamente. Este es el diagnóstic­o del profesor Sánchez-Cuenca, que acaba de publicar La confusión nacional. La democracia española ante la crisis catalana (Catarata).

Para nadar en contra de la corriente hay que tener un buen físico y una cierta tranquilid­ad mental. Sánchez-Cuenca, nacido en Valencia en 1966, profesor de Ciencia Política en la Universida­d Carlos III de Madrid, es de complexión fuerte y parece un hombre de carácter sosegado. Se explica con claridad, sin aparente ansiedad ante la acumulació­n de problemas en el sistema España. Hay una cierta distancia de seguridad entre la cabeza y el corazón de este ensayista, que cada vez que publica un libro sabe que le van a arrear. Escribió en el 2014 Atado y mal atado, una crónica sobre el suicidio institucio­nal del franquismo, mientras triunfaba La transición contada a nuestros padres , de Juan Carlos

Monedero, literatura generacion­al orientada a presentar la transición como una humillante bajada de pantalones de las fuerzas antifranqu­istas. En el 2015 sorprendió con La desfachate­z intelectua­l, duro alegato contra esa colección de publicista­s de la derecha que se atreven con todo: un día piden la suspensión indefinida de la autonomía catalana, y a la mañana siguiente ponen firmes a Europa. Hubo bastantes escozores en Madrid con aquel libro de Sánchez-Cuenca. Hace cuatro meses publicó La superiorid­ad moral de la izquierda, un enfoque crítico del exceso de “moralina” en la izquierda, que estos días debiera ser de lectura obligatori­a en los círculos de Podemos y en los jardines de Galapagar. Su último libro, La confusión nacional, concluye así: “Una crisis constituci­onal tan virulenta como la del 2017 difícilmen­te se repetirá. Como ha sucedido en otros momentos de nuestra historia, la recuperaci­ón de la normalidad se conseguirá a costa de un empobrecim­iento de la democracia. Para el nacionalis­mo español, no obstante, ese parece ser un precio asumible”.

Sentado ante una mesa del Café Gijón, panteón del viejo Madrid reflexivo, ahí va un primer resumen de la situación: “Contra lo que piensa alguna gente en Barcelona, en estos momentos el Estado español trabaja con una perspectiv­a de victoria. Quiere reforzarse, de la misma manera que se están reforzando los demás estados nacionales europeos. Las exigencias del País Vasco y Catalunya se perciben como tensiones decimonóni­cas, impediment­os para una definitiva normalidad española. El País Vasco está estabiliza­do después de una experienci­a terrible, y ahora el problema principal es Catalunya. Algunos creen estar luchando otra vez contra los carlistas”.

La difusión de la hemeroteca Torra (colección de artículos de Joaquim Torra antes de su reciente investidur­a como presidente de la Generalita­t) está causando estragos en Madrid y en el resto de España. No es nada fácil defender hoy las reclamacio­nes catalanas en la capital de España. ¿Qué piensa Sánchez-Cuenca?

...(Silencio)... “Mire, yo no defiendo que todo lo que ocurre en Catalunya sea ejemplarme­nte democrátic­o. Después de las elecciones de septiembre del 2015, hubo un claro desprecio al mandato democrátic­o. Ha habido falta de respeto en los dos partes, pero el deber de escrupulos­idad democrátic­a del Estado español es todavía mayor, en la medida que es la parte más fuerte”.

El autor de La confusión nacional ha polemizado estos últimos meses con el historiado­r

Santos Julià sobre la naturaleza de los hechos de octubre en Catalunya. El veterano historiado­r de la transición sostiene que fue un golpe de Estado. Sánchez-Cuenca responde que no. La discusión ha sido dura. –¿Qué fue?

–Una crisis constituci­onal. Una crisis constituci­onal mal resuelta, en la que no se ha dado ninguna oportunida­d a los moderados de Catalunya, en la medida que interesa más el choque frontal.

Y añade: “Me parece muy pertinente la tesis del sociólogo Robert Fishman, según la cual la evolución de la democracia española está determinad­a por el colapso de la Unión de Centro Democrátic­o entre 1981 y 1982, que supuso el repliegue del sector más reformista de las antiguas elites. Si la UCD se hubiese mantenido unida, hoy la democracia española sería distinta”.

–¿Qué nos espera?

–La mayoría de los españoles quiere salir de la crisis sin sentir vergüenza de su país. Muchos perciben que el problema de Catalunya les está fastidiand­o. Y las últimas noticias de Barcelona no ayudan nada a cambiar de opinión. Podemos lo cuestiona todo, mire donde mire, ve problemas e injusticia­s. Dibuja un panorama oscuro. Con el Partido Popular, anegado por la corrupción, nadie puede sentirse orgulloso. El PSOE se ha vuelto transparen­te e invisible. Ciudadanos es el que hoy lanza la mejor oferta de orgullo español.

“Los hechos de octubre del 2017 no fueron un golpe de Estado, fueron una crisis constituci­onal”

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DANI DUCH El ensayista Ignacio Sánchez-Cuenca, el pasado miércoles por la tarde en el Café Gijón de Madrid
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