La capa de ozono tiene enemigos clandestinos
Una investigación detecta un foco descontrolado de producción de los dañinos gases CFC, localizado en el este de Asia
Las emisiones de algunos gases clorofluorocarbonados (CFC) que agotan la capa de ozono se han disparado desde el 2012. Y eso, pese a que estas substancias dejaron de producirse prácticamente en el 2006 tras acordarse su paulatina prohibición en el Protocolo de Montreal (1987). Conclusión: alguien está haciendo trampa. Un verdadero trabajo detectivesco de la atmósfera ha identificado una misteriosa fuente de producción, de origen desconocido, en el este de Asia, que podría ser la responsable del incremento de estos agentes químicos.
Los CFC han vuelto a situarse de nuevo en el centro de la escena, aunque nunca la han abandonado del todo desde que se supo que estos gases dañan la capa de ozono que nos protege de la radiación ultravioleta. Tras descubrirse en 1985 el agujero que provocaron en la capa de ozono sobre Antártida, una ola de preocupación mundial sacudió la opinión pública, temerosa de un aumento de los casos de cáncer.
La inquietud provocada permitió poner en marcha el Protocolo de Montreal (1987), mediante el cual 193 países fijaron un calendario para suprimir estos gases, ampliamente utilizados como refrigerantes, propelentes, y en aplicaciones de disolventes y aerosoles. El protocolo de Montreal fue elogiado porque sirvió para sustituirlos por sustancias inocuas para la capa de ozono protectora. Entre esas sustancias prohibidas estaba el CFC11, que aporta una cuarta parte del cloro que alcanza la estratosfera y cuyas concentraciones se han reducido un 15% desde su máximo en el año 1993. De su declive depende, pues, la recuperación de la capa de ozono.
Sin embargo, una investigación aparecida en la revista Nature ha puesto de manifiesto que el ritmo de descenso de las concentraciones del CFC-11 en la atmósfera, que era constante entre el 2002 y el 2012, se ha desacelerado un 50% desde esta última fecha. “Este incremento no está relacionado con la producción anterior, sino que sugiere que está vinculado a una nueva producción que no ha sido reportada y que no concuerda con el protocolo de Montreal”, señala el estudio. Capitaneados por el investigador Stephen Montzka (de la administración Nacional Oceánica y Atmosférica), los investigadores obtuvieron datos de control de todo el mundo.
La investigación resalta la brecha que hay entre las concentraciones de CFC-11 esperables (dado el cierre de producción industrial) y las que realmente se han medido.
Y tras constatar que lo ocurrido no responde a una tendencia histórica, y después de analizar los flujos de intercambio atmosférico y entre los hemisferios, los expertos concluyen que las emisiones de CFC-11 se han incrementado en el Hemisferio Norte.
Es decir, se apunta a que alguien está jugando sucio. Y ¿por qué esa deducción? Porque en estos últimos seis años, los países no han informado al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente de que haya habido un incremento de la producción de CFC (algo que, por otra parte, está prohibido en el protocolo de Montreal). Por lo tanto, todo indica que se trata de una producción clandestina.
Los investigadores detectaron pruebas adicionales de este aumento con los datos obtenidos a partir del 2012 en el Observatorio Mauna de Hawái. La conclusión es que el este de Asia es la fuente más probable de este nuevo foco de emisiones, aunque aún no se ha determinado con más precisión.
Lo que sí se ha descartado es que el origen de ese incremento de los CFC sea la emisión desde un gran foco o una liberación involuntaria (al ser demolidas algunas instalaciones industriales).
Las emisiones de este foco de CFC-11 se han cifrado de 13.000 toneladas métricas anuales a partir del 2012. “Es la primera vez que las emisiones de uno de los tres grupos de CFC más abundantes se han incrementado durante un período sustancial desde que se iniciaron los controles efectivos de estas sustancias a finales de los años ochenta del siglo pasado”, señala el estudio.
Tras la reducción de los CFC, el agujero en la capa de ozono ha mostrado una evolución favorables en términos generales. La previsión inicial era que la estratosfera lograra su plena restitución hacia el 2050. Sin embargo ahora el temor es que, tras las nuevas observaciones, esa plena recuperación pueda retrasarse y se produzca más lentamente de lo esperado.
Otra conclusión es que los sistemas científicos de control atmosférico han demostrado que pueden ser un instrumentos muy útiles para detectar la contaminación química. Y a la vez han puesto en evidencia una falta de vigilancia por parte de las autoridades. Michaela I. Hegglin, del departamento de meteorología de la Universidad de Reading (Gran Bretaña), indica en un comentario complementario que la investigación de Stephen Montzka y sus colegas demuestra que las reglamentaciones ambientales no siempre pueden ser garantizadas y que las observaciones y mediciones por satélite pueden ser cruciales para garantizar su cumplimento.
Las concentración de los CFC-11 ha aumentado desde el 2012, pese a que en teoría ya no se fabrican
Los sistemas de control atmosférico vuelven a ser útiles para dar la alerta sobre la contaminación química