Rusiñol vuelve al TNC
El Teatre Nacional de Catalunya (TNC) presenta su nueva temporada que se abre con la representación, en la Sala Gran, de la obra de Santiago Rusiñol Els jocs florals de Canprosa, bajo la dirección de Jordi Prat. Leo en El País (18 de mayo): “Santiago Rusiñol sabía dónde poner el dedo para presionar las llagas que más incomodaban a la sociedad catalana de su tiempo”, escribe Marina Corral. “Su mordacidad, agudeza, y, sobre todo, su compromiso crítico contra la invención de verdades colectivas y su instrumentalización política lo han convertido en el epicentro patrimonial de la nueva temporada del Teatre Nacional de Catalunya. A través de su figura y los conceptos dogma y libertad se vertebra la programación 2018-2019, que pretende ser ‘una reflexión esencial sobre la libertad artística y contra la actual situación política que utiliza la creatividad para servir al adoctrinamiento’, explicó Xavier Albertí, director artístico del TNC”.
¿Santiago Rusiñol como estandarte de la libertad artística, como denuncia de “la actual situación política que utiliza la creatividad para servir al adoctrinamiento”? Hace un montón de años que leí Els jocs florals de Canprosa –nunca la vi representar– y guardo un buen recuerdo de ella, al igual que de otras comedias, farsas o sainetes de don Santiago, como La ‘merienda’ fraternal, Els savis de Vilatrista, La intel·lectual o Miss Barceloneta. Rusiñol, como bien escribe Joan Fuster, “en tenia prou amb una excusa qualsevol: el mecanisme de la sàtira se li disparava amb alegre desimboltura. La clau del seu teatre consisteix en això: esbós grotesc, mordacitat versàtil, pirotècnia de l’enginy. Quan li dona pel to greu i recorre al drama, esdevé carrincló, angulat i insuportable. Rusiñol posseïa el geni de la broma, i en això residia la seva força”. Estoy completamente de acuerdo. Para mí, Els jocs florals de Canprosa son una broma, no sé si genial, tendría que volverla a leer, sobre las fiestas literarias pueblerinas, reliquia de las buenas o malas intenciones renaixentistes, y poca cosa más.
Confieso que me sorprendieron las palabras que la periodista de El País atribuye a Xavier Albertí y en las que este mezcla a Rusiñol con la actual situación política, la creatividad y el adoctrinamiento. No les niego que me encantaría poder ir a tomar un Pernod a La Puñalada y preguntarle a don Santiago qué piensa del procés, pero, por desgracia, hace ochenta y siete años que don Santiago nos dejó, La Puñalada ya no existe y el Pernod ya no es lo que era. Por un momento llegué a pensar que el montaje que va a realizarse en el TNC de la obra de Rusiñol pudiera ser un arreglo –como hace algunos años se hizo en el Romea con la Terra baixa de Guimerà en un intento de disfrazarla de marxista–, un arreglo para encajarla en la “actual situación política” (la obra se estrenó en 1902), pero, la verdad, me resultaba un tanto difícil de tragar, aunque, últimamente, uno acaba tragándoselo todo. Total, que se me ocurrió llamar al amigo Albertí. Le cité las palabras que le atribuía la periodista de El País ,se quedó un tanto sorprendido y vino a decirme que la programación de la obra de Rusiñol se acordó hace seis años y que poco o nada tenía que ver con “la actual situación política” que se vive en Catalunya.
No es la primera vez que Rusiñol se representa en el TNC, aunque para mi gusto debería representarse con mayor frecuencia. De hecho, el TNC se inauguró, oficialmente, con una obra suya, la más popular de todas: L’auca del senyor Esteve, dirigida por Adolfo Marsillach. Ignoro de quién fue la idea de inaugurar el TNC con esta obra de Rusiñol –dudo que fuera el director-fundador del teatro, Josep Maria Flotats, quien, cuando estuvo al frente del antiguo Teatre Català de la Comèdia, en el Poliorama, no mostró demasiado interés por el teatro catalán–, pero, fuese de quien fuese, la acertó. El senyor Esteve es uno de los pocos arquetipos de nuestro teatro. El honrado botiguer, fundador de La Puntual en 1830, representa una etapa heroica, sacrificada y gris de la burguesía de este país, y, por lo tanto, del progreso económico, y, además, supone la plataforma material, crematística, del nietoartista (Rusiñol), que pudo permitirse el lujo de ser artista gracias a la fortuna de su abuelo burgués. Como bien dice Fuster, L’auca del senyor Esteve, más que una sátira de la burguesía catalana acaba convirtiéndose en una epopeya de esta. Ninguna obra mejor para inaugurar un teatro concebido por unos políticos surgidos en torno a una Banca Catalana y dispuestos a financiar, programar, generosamente –es un decir–, las obras de un montón de nietos rebeldes, unos más que otros, de ese bendito país.
Por todo ello, y al margen de la “actual situación política” que atraviesa este país, sólo me resta felicitar a Xavier Albertí por acoger, una vez más, en su teatro a don Santiago Rusiñol. Un Rusiñol descaradamente popular –hubo un año en que llegó a estrenar cinco obras– y descaradamente comercial. Rebelde, sí, pero la pela és la pela, como decía su célebre abuelo.
PS. La Usap de Perpiñán, tras cuatro años de castigo, regresa al top 14. Me enteré de ello mientras escuchaba a Mònica Terribas en Catalunya Ràdio. Un colega le dijo: “I per què no parles de la Santboiana? També tenim rugbi a casa nostra!”. Y Mònica le dijo, “Vale, a partir d’ara parlarem del rugbi dels països catalans”. Sólo que en Catalunya al rugby lo escribimos con i latina –rugbi– y en Perpiñán lo escriben rugby, como en todas las partes del mundo.
Sólo me resta felicitar a Xavier Albertí por acoger en su teatro a un Rusiñol descaradamente popular y comercial