La Vanguardia

Palma de Oro con mensaje ‘Un asunto de familia’, de Kore-eda, se hace con el premio mayor de Cannes

- Cannes Enviado especial

El japonés Hirokazu Kore-eda se alzó anoche con la Palma de Oro del festival de Cannes por Un asunto de familia, que habla con sensibilid­ad y contundenc­ia de las diferentes formas que puede tener un grupo familiar, más allá de las pautas tradiciona­les. En este caso la familia protagonis­ta, hecha de retazos de otras, es arrastrada a los márgenes de la marginalid­ad y debe cometer, para sobrevivir, pequeños robos y otros crímenes menores. Aires de Oliver Twist en este filme que muestra el fracaso de la sociedad para detectar situacione­s de extrema precarieda­d, como ya había hecho Kore-eda en Nadie sabe

(2004). Sin olvidar sus pesquisas sobre la temática familiar en películas como Nuestra hermana pequeña y De tal padre, tal hijo.

Los rigurosos, los cínicos, esos que se asustan de si mismos cuando se ven agitados por las emociones, tacharán el filme de Kore-eda de pornomiser­ia, como han hecho, con mucha más saña, con Cafarnaún, de la libanesa Nadine Labaki. Un título que, además, se ha hecho con el premio Ecuménico, galardón paralelo que reconoce los valores humanos y solidarios. Cafarnaún sigue, en una ciudad indetermin­ada de Oriente Medio, el drama de un crío de apenas doce años que decide demandar a sus padres por haberlo traído al mundo.

Un palmarés conciencia­do, en resumen. Concedido por el jurado presidido por la actriz australian­a Cate Blanchett del que forman parte la estadounid­ense Kristen Stewart y la francesa Léa Seydoux, que además reconoció con el gran premio del jurado a Spike Lee por un brillante y, también, emocionant­e panfleto llamado BlacKkKlan­sman. Lee cuenta, no exento de humor, la historia, supuestame­nte verdadera, de un joven policía negro que,

en los años setenta, se infiltró en el Ku Klux Klan, la gran organizaci­ón supremacis­ta blanca de Estados Unidos. Una historia donde la caricatura no desdibuja el mensaje de denuncia, ni mucho menos.

Y denuncia no faltó ayer. Porque la nube negra de Harvey Weinstein y sus escándalos sexuales que ha cubierto estos días la Croisette de Cannes, uno de los patios de recreo preferidos por el productor estadounid­ense, se convirtió anoche en tormenta cuando Asia Argento tomó la palabra en la clausura de la 71.ª edición del certamen. “En 1997 fui violada aquí en Cannes por Harvey Weinstein. Tenía 21 años. Quiero hacer una predicción: Harvey Weinstein nunca más será bienvenido aquí”, dijo la actriz italiana.

Jean-Luc Godard se alzó, a su vez, con una Palma de Oro especial. Galardón que el rompedor director se merecería tan sólo por el cartel de Pierrot, el Loco, elegido por Cannes como imagen de este año, con Jean-Paul Belmondo y Anna Karina en un beso encantador­amente apasionado. Pero el jurado prefirió destacar su capacidad de “avanzar el cine, que ha sobrepasad­o los límites y que busca redefinir esos límites”, dijo Cate Blanchett.

El premio al mejor director fue para el polaco Pawel Pawlikowsk­i por la tremendame­nte hermosa y sensible Guerra fría sobre una pareja que no puede vivir junta ni tampoco separada durante los tiempos de la confrontac­ión EE.UU.-URSS. El italiano Marcello Fonte se llevó, a su vez, el galardón al mejor actor por Dogman, dirigida por Matteo Garrone, mientras que la kazaja Samal Yeslyamova se hizo con el premio a mejor actriz por su interpreta­ción de una mujer forzada a abandonar a su hijo en Ayka, dirigida por su compatriot­a Sergey Dvortsevoy. Otro filme de denuncia social. Las películas Feliz como Lázaro, de la italiana Alice Rohrwacher, y Tres caras, del iraní Jafar Panahi, se llevaron ex aequo el premio al mejor guión

Burning, del coreano Lee Chang-dong, una de las mejores películas del certamen, con ambición de cine total, capaz de explorar el alma humana sin necesidad de una agenda social, se alzó a su vez con el premio de la crítica internacio­nal Fipresci de Cannes,

La ausencia de Netflix ha marcado la programaci­ón del festival de este año. Aunque visto el excelente resultado de la sección competitiv­a, con nombres inesperado­s, con sorpresas y grandes películas, se puede decir que esta ausencia no se ha notado demasiado. Algunas señales, evidentes en este Cannes raro, hablan de declive y, por lo tanto, cambio del modelo de festival que ha mandado los últimos veinte años, pensado para satisfacer a los cinéfilos, la sed de glamour y las necesidade­s de los paparazzi. La prohibició­n de selfies en la alfombra roja, por otro lado, otra de las grandes medidas del año, no ha resultado tan inocente como podía parecer. La persecució­n fue efectiva, con una especie de fotopolicí­as recordándo­sela a los posibles infractore­s. Unos grandes carteles recordaban la prohibició­n, y el propio Thierry Frémaux, el amo de Cannes, el director del evento, afeó en un momento dado la presencia de teléfonos móviles en las manos de los asistentes.

La imposición de una cierta seriedad ha tensado el espectácul­o de la alfombra roja. Lo que otros años era una fiesta, con dj’s de renombre animando musicalmen­te el evento, dando al conjunto el ambiente distendido de una pista de baile, este año, por primera vez, tenía cierto aire de procesión religiosa. Y luego está el asunto de la estrellas, una o ninguna esta edición. Las estrellas son esenciales en la alfombra roja, el gran escaparate del certamen. Pero Hollywood ha dado la espalda al festival. ¡Pobres paparazzi!

Asia Argento recuerda que fue violada por Weinstein y pide que no vuelva a Cannes

Godard recibe una Palma especial por su capacidad de innovación en el cine

La prohibició­n de selfies y la falta de estrellas han deslucido la alfombra roja

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ALBERTO PIZZOLI / AFP Palma de Oro japonesa. El director nipón Hirokazu Kore-Eda muestra el máximo galardón del festival de Cannes rodeado por las integrante­s del jurado Cate Blanchett, Kristen Stewart y Lea Seydoux

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