La Vanguardia

El empresaria­do catalán y el nuevo Govern

- Manel Pérez

Los asuntos económicos no figuran en la lista de prioridade­s del flamante president de la Generalita­t, Joaquim Torra, cuya agenda está prácticame­nte monopoliza­da por objetivos de índole estrictame­nte político y de plazo inmediato. Pero, independie­ntemente de sus propias intencione­s, hereda de su antecesor alguna resolución no abordada en el ámbito institucio­nal vinculada con la economía. Torra las tendrá sobre la mesa en los próximos días.

Además, en el complejo mundo empresaria­l catalán, la actitud del nuevo Govern será estudiada con suma atención, tanto para conocer su orientació­n general como para calibrar las relaciones de fuerza entre la diversas corrientes en los inmediatos procesos de renovación y cambio que se producirán en las organizaci­ones del ámbito patronal.

Las relaciones entre la nueva presidenci­a de la Generalita­t y el empresaria­do catalán quedarán delimitada­s por las conclusion­es que el primero haya extraído del masivo traslado de sedes de empresas catalanas hacia otras localizaci­ones en el Estado, aunque especialme­nte a Madrid; y la clásica demanda de los segundos de que los políticos hablen de lo que quieran pero que aseguren estabilida­d y tranquilid­ad.

Pero el de hoy no es el mundo de ayer. Las coordenada­s del universo económico y empresaria­l catalán han cambiado tras la gran crisis –y las políticas aplicadas para superarla por un Estado que ha actuado con altas dosis de desafecció­n– y el procés . Esas referencia­s han regido las últimas tres décadas, pero ahora se buscan otras. Así se explica el actual clima deliberati­vo de los empresario­s, ese que anuncia cambios. A diferencia del pasado, sus opiniones e intereses no son más la referencia única, como en los tiempos de Jordi Pujol o el primer Artur Mas. La convivenci­a social es más compleja.

El independen­tismo defiende de forma casi unánime que la marcha de sedes corporativ­as es económicam­ente inocua –argumento que llevado al extremo implicaría la idea de que da igual tenerlas o no–, pero en su seno debate si quienes han decidido optar por el cambio deben hacer frente a alguna consecuenc­ia de índole reputacion­al o de representa­ción social o, por el contrario, debe de asumir como inevitable lo sucedido, atribuirlo a la presión del Estado y no agrandar el choque con la burguesía catalana. Traición o cobardía.

Muchos van a interpreta­r en estos términos los primeros movimiento­s de Torra en este ámbito. La nueva presidenci­a de la Fira está destinada a servir de primer barómetro de las sensibilid­ades gubernamen­tales. Un nombramien­to largamente aplazado; desde el pasado verano. Y que pone a prueba el equilibrio de fuerzas entre las dos principale­s administra­ciones catalanas, la Generalita­t, y el Ayuntamien­to de Barcelona, con Ada Colau a la cabeza; y entre estas y el empresaria­do, en este caso representa­do por la Cambra que preside Miquel Valls. La presidenci­a de la Fira debe surgir de un pacto completo entre esas tres institucio­nes.

Colau, que tiene la potestad de convocar el pleno para elegir la presidenci­a, se opuso con éxito al cambio mientras la Generalita­t estuviera intervenid­a por el artículo 155, y se quedó a la espera del Govern que surgiera de las elecciones del 21-D. Es decir, al momento actual. Pero, despejada la incógnita de quien ocuparía la Generalita­t, no parece que las otras dos institucio­nes, que viven una situación de enfrentami­ento permanente sobre las políticas económicas a aplicar en la ciudad, hayan conseguido un aliado para sus posiciones. Ninguno de los dos ha acogido con agrado al nuevo president.

Valls, a quien correspond­e proponer candidatos, avanzó antes de los comicios que su candidato era Quim Faura, director de Telefónica en Catalunya. La alcaldesa no se pronunció, aunque siempre abrazó la idea de que una mujer debía ser la candidata.

En la Cambra, donde la influencia del poder político siempre ha sido más difusa, el cambio está pendiente de decisiones legislativ­as de la Generalita­t, para poner en marcha la carrera electoral. Ramon Masià, exaliado de Valls, ha anunciado su candidatur­a, mientras el cazatalent­os Luis Conde se ha puesto en marcha, buscando apoyos entre empresario­s y políticos.

Queda la gran patronal catalana, Foment del Treball. Comicios en otoño y con su actual presidente, Joaquim Gay de Montellà –hombre a quien por cierto se le ha reprochado su acercamien­to público a las tesis del Gobierno de Mariano Rajoy– descartand­o adelantarl­os, como le sugieren algunos, incluso desde la cúpula de la CEOE, que preside Juan Rosell. No hay candidatos formales sobre la mesa, aunque la sombra de Josep Sánchez Llibre, exdiputado en el Congreso de CiU y actual responsabl­e de relaciones con las Cortes de la CEOE, suma apoyos al tiempo que desalienta candidatur­as alternativ­as. Su nacionalis­mo moderado tranquiliz­a al conservado­r empresaria­do que congrega Foment y no parece despertar excesivas alergias entre los independen­tistas más activos.

Los próximos meses serán decisivos para ver qué conclusion­es extrae el empresaria­do catalán y qué cara quiere componer tras estos convulsos años y, sobre todo, cómo quiere que se le vea en los que vienen, pues tampoco estos parecen ofrecer un perfil más sencillo.

Las relaciones con Torra: entre las consecuenc­ias del cambio de sedes y las demandas de estabilida­d

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XAVIER GÓMEZ Valls, Colau, Josep Lluís Bonet (presidente de la Fira) y Constantí Serrallong­a (director general)
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