Los buques también van a vela
Los vikingos o los fenicios ya utilizaban las velas para navegar. El viento es gratis e ilimitado, pero ahora apenas lo utilizamos”. José Miguel Bermúdez (1986) cayó en este sinsentido después de ver una regata en televisión y a continuación un documental sobre grandes barcos de carga. Era en el 2006, y lo comentó con David Ferrer y Jordi Salas, sus colegas de la primera promoción de ingeniería aeronáutica en Terrassa. Entonces estaban en tercero, y “a ratos libres empezamos a darle vueltas a la idea”. La idea se convirtió en un proyecto de vela rígida para instalar en grandes barcos que permitiera ahorrar en combustible. Ahora Bound4Blue está a punto de ver navegar los primeros buques que adaptan el sistema, y que deberán servir para lanzar a lo grande su comercialización.
Pero el camino ha sido largo. Cuando en el 2009 Bermúdez, Ferrer y Salas acabaron la carrera, se convirtieron en los tres primeros empleados de Zero2Infinity, la start-up que su profesor José Mariano López creó para organizar viajes turísticos a la estratosfera. “Durante cinco años vivimos desde la búsqueda de inversores a la gestión técnica”, explica Bermúdez. En sus ratos libres, sacaban su idea de la vela del cajón: “El diseño se iba pareciendo a una ala de avión, para ganar eficiencia. Y definíamos requisitos técnicos, explorábamos materiales, costes, solicitamos las patentes”. Algunos de los retos los plantearon a estudiantes para que les dedicaran su tesis de final de carrera. Una de ellas, Cristina Aleixendri (1991), desarrolló una parte estructural y aerodinámica de la vela. Y se incorporó al proyecto, en el momento en que Salas lo dejaba para irse con una beca a Harvard.
“En el 2015 se aprobó una normativa de emisiones para el transporte marítimo que entra en vigor en el 2020, y era el momento de ponernos en marcha”. Ya habían creado la empresa con el apoyo de la ingeniería IDI Eureka, y entonces Bermúdez, Ferrer y Aleixendri decidieron centrarse a tiempo completo. Hasta ahora llevan conseguidos 2,4 millones, de business angels, Acció, la incubadora de la Agencia Espacial Europea en Castelldefels, un exdirectivo de Repsol, o el Gobierno de Cantabria, a través de fondos Feder. Bound4Blue tiene doble sede, en Rubí y en Santander, desde donde ha desarrollado alianzas con socios industriales como los astilleros Astander y Calcom. O Cytecma, de Lliçà, fabricante de grúas marinas, que aporta el sistema telescópico, y Ebm , de automatismos, de Sant Sadurní d’Anoia.
Antes de tener el primer prototipo para salir a vender, a finales del 2017 Bound4blue entró en la aceleradora Fhishing, de Vigo. Allí conocieron a la Organización de Palangreros Guardenses, y salieron con el encargo de adaptar un primer barco (de una flota de 37). Otro acuerdo que les da visibilidad ha sido con La Fura dels Baus: un carguero de 70 metros para espectáculos itinerantes, que reflotarán el año que viene, llevará una vela rígida de 25 metros.
“No esperábamos tan buena respuesta de los armadores, pero es que tienen un problema enorme con el combustible”, dice Bermúdez. A partir del 2020 se limita la cantidad de contaminantes en las emisiones, especialmente azufre y óxido de nitrógeno, y para adaptarse, las navieras pueden instalar filtros, o utilizar combustibles más limpios que el fuel pesado, pero que resultan más caros.
Ahora la empresa ya siente el viento a favor, pero Bermúdez recuerda que “al principio costó mucho. Es difícil encontrar financiación para los proyectos industriales, a pesar de que su impacto económico, social y laboral es mayor que el de los de software”. La empresa ya tiene once personas. “Nuestra idea es posicionarnos como líderes en el mundo en tecnologías para utilizar el viento como sistema de propulsión auxiliar para el transporte marítimo”. El combustible representa cerca de la mitad del coste operativo de un buque. Las velas permitirán ahorrar entre el 5% y el 30%, y calculan que se amorticen en máximo cinco años (puede costar 200.000 euros una vela, hasta 5 millones tres velas en un superpetrolero).
En el mundo navegan 90.000 buques mercantes. Una start-up en Finlandia ha tenido una idea similar a la suya. “El mercado es tan grande, que toda apuesta por introducir el viento ayuda. Hay mercado para todos”. Y para sus ratos libres, guardan en un cajón otra idea: un sistema de velas-turbinas para generar energía en el mar y almacenarla como hidrógeno. El viento da para mucho.
“Cuesta encontrar financiación para proyectos industriales, y tienen más impacto que los de software”