Venezuela vota entre el boicot de la oposición y denuncias de irregularidades
Maduro busca la reelección presidencial en plena crisis económica y social
Si el chavismo ha hecho todo lo posible para que Nicolás Maduro sea reelegido como presidente de Venezuela, es poco probable que los resultados de las elecciones de ayer aporten alguna sorpresa. La mayoría de la oposición boicoteó los comicios llamando a la abstención por considerarlos fraudulentos, a pesar de la postulación del disidente Henri Falcón, único candidato que aspiraba a hacer sombra a Maduro. Los principales vecinos latinoamericanos, que el año pasado proclamaron la “ruptura del orden democrático” en Venezuela, así como EE.UU., Canadá o la UE advirtieron que no reconocerían las elecciones ni sus resultados. No obstante, el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, convertido en jefe oficioso de los observadores internacionales, ha insistido en la limpieza del proceso electoral.
Las urnas empezaron a cerrar coincidiendo con la pasada medianoche (hora española), tras una jornada sin incidentes. A falta de los datos oficiales de participación, la alta abstención se evidenció sobre todo por la ausencia de filas de votantes en los distritos tradicionalmente opositores. Aunque menor, la desmovilización también quedó patente en los barrios chavistas.
Aunque la credibilidad de estas elecciones no depende sólo del índice de participación, una gran abstención contribuiría a demostrar que el chavismo, apoyado según los sondeos por sólo una cuarta parte de la población, es una opción minoritaria. Eso sí, en frente tiene a una atomizada y dividida Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la coalición opositora que ha optado por el boicot, con sus principales líderes encarcelados, bajo arresto domiciliario, exiliados o inhabilitados para postularse a cargos públicos.
El Gobierno intentó hasta el último minuto limitar la abstención con la instalación frente a muchos colegios de los llamados “puntos rojos”, a pesar de que el sábado fueron prohibidos por la autoridad electoral. Se trató de carpas promovidas por los partidos oficialistas para registrar a los votantes con la excusa de entregar el llamado “carné de la patria” con el que el Gobierno entrega ayudas sociales. “La situación es generalizada con la instalación de los puntos rojos como mecanismo de presión, como elementos de chantaje político, social, a un sector de la población a quien se pretende una vez más comprar su dignidad”, declaró Falcón al votar en el estado de Lara, del que este exchavista y exmilitar de 56 años fue gobernador (2008-2017).
Maduro madrugó para votar. Aunque los últimos días de camde paña el presidente mostró su retórica más dialogante, no pudo esconder el amenazante garrote que el chavismo ha sacado siempre que ha sido necesario en las dos décadas que lleva en el poder. “Tu voto decide, votos o balas, patria o colonia, paz o violencia, independencia o subordinación”, dijo el mandatario tras sufragar en Caracas, exhibiendo una vez más un discurso belicoso que ya se ha naturalizado en Venezuela, en el Gobierno y en la oposición.
De 55 años, este exconductor autobús, exsindicalista y exministro de Exteriores fue elegido presidente en el 2013 tras la muerte de Hugo Chávez. Junto con el aparato chavista, encabezado por el número dos del régimen, Diosdado Cabello, Maduro ha trabajado para controlar todas las instituciones y poderes del Estado, desde la justicia hasta el Consejo Nacional Electoral (CNE) que Zapatero avala, sobre todo después de que la oposición ganara las elecciones legislativas del 2015.
A pesar de haber forzado el adelanto electoral de unos comicios que debían haberse celebrado en diciembre, a pesar de suplantar al Parlamento opositor con la oficialista Asamblea Nacional Constituyente o a pesar de perseguir a los líderes de la MUD, Maduro ofreció ayer “diálogo”, “reconciliación” y “muchos cambios”. Suena a brindis al sol pero también responde a la necesidad
Los resultados de los comicios, cuya limpieza defiende Zapatero, no serán reconocidos por EE.UU. ni la UE
de preparar el terreno para un futuro nada prometedor. Con la economía hundida, carencias de medicinas y productos básicos, el PIB cayendo al 15 % y una hiperinflación del 13.000%, la tendencia al alza del precio del petróleo puede no ser suficiente para contener el malestar interno. “¿Qué queremos los venezolanos? Una nueva economía. La economía que existe hoy no nos sirve porque ha sido infectada de neoliberalismo, de capitalismo salvaje”, declaró Maduro.
Pase lo que pase, el acorralamiento internacional se incrementará. Ya hay sanciones de EE.UU. y la UE, y las primeras evaluaciones externas de las elecciones se escucharán hoy en la reunión de ministros de Exteriores del G-20 que tiene lugar en Buenos Aires. “Las fraudulentas elecciones no cambian nada”, tuiteó ayer el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo.