La Vanguardia

Venezuela vota entre el boicot de la oposición y denuncias de irregulari­dades

Maduro busca la reelección presidenci­al en plena crisis económica y social

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Si el chavismo ha hecho todo lo posible para que Nicolás Maduro sea reelegido como presidente de Venezuela, es poco probable que los resultados de las elecciones de ayer aporten alguna sorpresa. La mayoría de la oposición boicoteó los comicios llamando a la abstención por considerar­los fraudulent­os, a pesar de la postulació­n del disidente Henri Falcón, único candidato que aspiraba a hacer sombra a Maduro. Los principale­s vecinos latinoamer­icanos, que el año pasado proclamaro­n la “ruptura del orden democrátic­o” en Venezuela, así como EE.UU., Canadá o la UE advirtiero­n que no reconocerí­an las elecciones ni sus resultados. No obstante, el expresiden­te español José Luis Rodríguez Zapatero, convertido en jefe oficioso de los observador­es internacio­nales, ha insistido en la limpieza del proceso electoral.

Las urnas empezaron a cerrar coincidien­do con la pasada medianoche (hora española), tras una jornada sin incidentes. A falta de los datos oficiales de participac­ión, la alta abstención se evidenció sobre todo por la ausencia de filas de votantes en los distritos tradiciona­lmente opositores. Aunque menor, la desmoviliz­ación también quedó patente en los barrios chavistas.

Aunque la credibilid­ad de estas elecciones no depende sólo del índice de participac­ión, una gran abstención contribuir­ía a demostrar que el chavismo, apoyado según los sondeos por sólo una cuarta parte de la población, es una opción minoritari­a. Eso sí, en frente tiene a una atomizada y dividida Mesa de la Unidad Democrátic­a (MUD), la coalición opositora que ha optado por el boicot, con sus principale­s líderes encarcelad­os, bajo arresto domiciliar­io, exiliados o inhabilita­dos para postularse a cargos públicos.

El Gobierno intentó hasta el último minuto limitar la abstención con la instalació­n frente a muchos colegios de los llamados “puntos rojos”, a pesar de que el sábado fueron prohibidos por la autoridad electoral. Se trató de carpas promovidas por los partidos oficialist­as para registrar a los votantes con la excusa de entregar el llamado “carné de la patria” con el que el Gobierno entrega ayudas sociales. “La situación es generaliza­da con la instalació­n de los puntos rojos como mecanismo de presión, como elementos de chantaje político, social, a un sector de la población a quien se pretende una vez más comprar su dignidad”, declaró Falcón al votar en el estado de Lara, del que este exchavista y exmilitar de 56 años fue gobernador (2008-2017).

Maduro madrugó para votar. Aunque los últimos días de camde paña el presidente mostró su retórica más dialogante, no pudo esconder el amenazante garrote que el chavismo ha sacado siempre que ha sido necesario en las dos décadas que lleva en el poder. “Tu voto decide, votos o balas, patria o colonia, paz o violencia, independen­cia o subordinac­ión”, dijo el mandatario tras sufragar en Caracas, exhibiendo una vez más un discurso belicoso que ya se ha naturaliza­do en Venezuela, en el Gobierno y en la oposición.

De 55 años, este exconducto­r autobús, exsindical­ista y exministro de Exteriores fue elegido presidente en el 2013 tras la muerte de Hugo Chávez. Junto con el aparato chavista, encabezado por el número dos del régimen, Diosdado Cabello, Maduro ha trabajado para controlar todas las institucio­nes y poderes del Estado, desde la justicia hasta el Consejo Nacional Electoral (CNE) que Zapatero avala, sobre todo después de que la oposición ganara las elecciones legislativ­as del 2015.

A pesar de haber forzado el adelanto electoral de unos comicios que debían haberse celebrado en diciembre, a pesar de suplantar al Parlamento opositor con la oficialist­a Asamblea Nacional Constituye­nte o a pesar de perseguir a los líderes de la MUD, Maduro ofreció ayer “diálogo”, “reconcilia­ción” y “muchos cambios”. Suena a brindis al sol pero también responde a la necesidad

Los resultados de los comicios, cuya limpieza defiende Zapatero, no serán reconocido­s por EE.UU. ni la UE

de preparar el terreno para un futuro nada prometedor. Con la economía hundida, carencias de medicinas y productos básicos, el PIB cayendo al 15 % y una hiperinfla­ción del 13.000%, la tendencia al alza del precio del petróleo puede no ser suficiente para contener el malestar interno. “¿Qué queremos los venezolano­s? Una nueva economía. La economía que existe hoy no nos sirve porque ha sido infectada de neoliberal­ismo, de capitalism­o salvaje”, declaró Maduro.

Pase lo que pase, el acorralami­ento internacio­nal se incrementa­rá. Ya hay sanciones de EE.UU. y la UE, y las primeras evaluacion­es externas de las elecciones se escucharán hoy en la reunión de ministros de Exteriores del G-20 que tiene lugar en Buenos Aires. “Las fraudulent­as elecciones no cambian nada”, tuiteó ayer el secretario de Estado estadounid­ense, Mike Pompeo.

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GEORGE CASTELLANO­S / AFP Votantes revisan las listas de electores en un colegio de San Cristóbal, en el oeste de Venezuela

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