Adiós con el corazón.
El Camp Nou nombra leyenda a Iniesta en una emotiva despedida
El Barça se impuso a la Real Sociedad (1-0) en el último partido de la temporada y de Andrés Iniesta con la camiseta del club azulgrana, al que llegó siendo un niño y en el que ha estado 22 años.
El niño que llegó a la Masia hace 22 años en un Ford Orion cargado de tristeza y de incertidumbre, pero también de esperanza. Después de 674 partidos con el Barcelona, 459 triunfos, 32 títulos y 57 goles facturados, con mención eterna a la descarga emocional de Stamford Bridge, aquel niño se ha transformado en infinito. Nadie como Andrés Iniesta ha manejado el arte de enseñar la pelota y esconderla a la vez o el de convertir la hierba más salvaje en una delicada superficie de seda. Ayer fue el primero en saltar al terreno de juego para el calentamiento y dio la impresión de que en realidad estaba entrando en la eternidad. El Camp Nou lo recibió, por última vez, con un majestuoso mosaico con el lema Infinit Iniesta en el lateral y símbolos de infinito en los goles, es decir, el número de su dorsal (8) horizontalizado. Como si estuviera predestinado a formar parte de la leyenda de un club que ha aprendido a despedirse de sus héroes dejando las puertas abiertas para el regreso.
Dijo Andrés a La Vanguardia que ese partido lo iba a jugar llorando, pero las lágrimas contenidas no se infiltraron en su prodigiosa creatividad. Mientras asomaban pancartas de agradecimiento, mientras la grada coreaba su nombre, Iniesta practicaba pases de cuchara, inventaba combinaciones inverosímiles y recorría los últimos kilómetros a bordo de su alfombra mágica. Cuando fue sustituido en el 82 los cánticos de la grada se prolongaron hasta el final del partido. Entregó, como un legado, el brazalete de capitán a Messi. Se abrazó con todos los compañeros, con adversarios, con el árbitro, volvió a tener gestos de complicidad con Busquets como durante toda la velada y se retiró con los ojos humedecidos y suspiros de emoción. El banquillo, puesto en pie para recibirle. Iniesta es historia, y sostiene Valverde que sería un error buscar una réplica. Es irrepetible.
Nadie abandonó su localidad al final del partido, cuando Andrés volvió al terreno de juego en medio de 80.000 banderas agitándose en las gradas. Comenzaba la fiesta de fin de curso con la celebración de los títulos de Liga y de Copa y la despedida de Iniesta. Inevitables la batucada y las coreografías, espectaculares los efectos de música, luminotecnia y pirotecnia. En poco tiempo el Camp Nou pasó de recinto deportivo a discoteca de categoría (Neymar se hubiera sentido a gusto en ese ambiente), con el staff y los futbolistas –todos con el dorsal número 8– saliendo al centro del campo de uno en uno para formar un pasillo dedicado a Iniesta. Salió el ocho que ya es eterno, con el brazalete de capitán, para recibir el trofeo de la Liga de manos del nuevo presidente de la Federación Española. Luis Rubiales, que debutaba en el Camp Nou, fue recibido con una ruidosa y preventiva pitada.
Las lágrimas se descontrolaron definitivamente cuando por megafonía se asimiló a Iniesta a todos los valores del club. “Serás siempre nuestro, pero eres mucho más: eres universal, eres infinito”. La banda sonora de Gladiator –recuerdo de la final de Roma, una de las cuatro finales de la Liga de Campeones que ha jugado y ganado el centrocampista manchego– elevó el tono sentimental de la noche. Así que cuando le tocó hablar, la emoción se plasmaba en las caras de los compañeros.
Breve, sin artificios, transparente como un niño de la Masia. Así fue la alocución de don Andrés a las gradas, atestadas y a oscuras: “Hoy es un día difícil, pero han sido 22 años maravillosos. Ha sido un orgullo y un placer defender y representar este escudo, para mí el mejor del mundo. Gracias a todos mis compañeros, a todos y a cada uno os voy a echar muchísimo de menos. Gracias a vosotros, a mi afición por todo el cariño y por todo el respeto que me habéis hecho sentir desde el día que llegue aquí como un niño. Me voy con 34 años como un hombre. Sólo os puedo decir que os llevaré en mi corazón para siempre”. Un pedazo del escudo del Barcelona vuela lejos en alfombra mágica.
EL HOMENAJE
El estadio coreó su nombre desde que fue sustituido en el minuto 82 hasta el final del partido
EL TÍTULO NÚMERO 32
El ocho que ya es eterno recibió el trofeo de la Liga de manos del nuevo presidente de la Federación
LA LECCIÓN
El Barça aprende a despedirse de sus héroes dejando la puerta abierta para el regreso