Un plan llamado confrontación
Todas las decisiones que toma Puigdemont las hace pensando en evidenciar el conflicto con el Gobierno. La exposición permanente del agravio es más importante que tratar de sofocarlo o sentar las bases de una verdadera negociación.
El conflicto no ha hecho más que empezar. Con esta frase terminaba el En Diagonal del lunes pasado y con ella podemos iniciar esta nueva reflexión semanal. El Govern de Quim Torra es coherente y no tiene otro plan en la cabeza que no sea el de buscar la confrontación con el Gobierno de Mariano Rajoy. La decisión de nombrar consellers a presos o a fugados de España puede ser todo lo estrictamente legal o ajustado a derecho que se quiera, pero no tiene ningún sentido práctico. Como lo era intentar hacer presidente a Carles Puigdemont, Jordi Sànchez o Jordi Turull. Es buscar los resquicios legales existentes para tratar de poner en evidencia al Gobierno sin pensar que ello sólo sirve para mantener la parálisis del Govern en Catalunya y aleja cualquier vía futura de negociación política.
Podemos estar de acuerdo con que los líderes independentistas deberían estar en sus casas y no en prisión preventiva, y podemos tener también serias dudas de como está actuando el Tribunal Supremo, que no sólo recibe varapalos en Europa sino que ha tenido que salir Hacienda a pararle los pies. Siendo esto cierto, la estrategia que lidera Puigdemont desde Berlín está más centrada en buscar el enfrentamiento con Rajoy que en tratar de hallar un camino propio para salir del bucle existente. La exposición permanente del agravio es más importante que empezar a trabajar para solventarlo. Este objetivo de la estrategia independentista de hacerle la vida difícil a Rajoy no sólo no contribuye en nada a resolver el conflicto sino que están ayudando a hacer cada día más grande a Ciudadanos. Cuando acabe de una manera u otra todo esto que llamamos procés, veremos como los errores de los populares alimentaron en su día al movimiento independentista, pero también como otras acciones equivocadas del soberanismo han hecho grande a Rivera y a su partido para que siga creciendo y creciendo. Por ello no es nada casual que Ciudadanos se haya apropiado ya el nombre de España con el que ayer se presentó a bombo y platillo.
Después de las elecciones de diciembre, dirigentes independentistas afirmaban en privado que había llegado la hora de hacer un reset, de tomarse un descanso y de evitar los errores que llevaron a la declaración de independencia. Que difícilmente Catalunya podría ser independiente con el apoyo de únicamente la mitad de la población y que lo que tocaba ahora era volver a hacer política y ensanchar la base social del catalanismo. Las buenas intenciones han durado poco. El movimiento independentista sigue instalado en un discurso maximalista para autoconsumo de su público que sigue absolutamente tensionado, pero, en mi opinión, se va alejando vez más de una centralidad que en su día pudo tener simpatías con el movimiento. De momento, el PDECat y Esquerra obedecen el guión escrito desde Berlín sin oponer resistencia pública: han tenido que aceptar a Torra y ahora la inclusión de los consellers Jordi Turull, Josep Rull, Toni Comín y Lluís Puig. Por tanto, les guste o no, son cómplices de todo ello.
Nada parece indicar que este guión vaya a cambiar en los próximos meses. La celebración del juicio contra los líderes independentistas y las condenas que pueden sufrir sólo servirán para incrementar más la tensión. Puigdemont tendrá entonces la tentación de convocar unas posibles elecciones en octubre, coincidiendo con el juicio, o en junio del año próximo para hacerlas al mismo tiempo que las municipales y que todo sea un gran plebiscito sobre la independencia. He escrito intencionadamente Puigdemont y no Torra, como me gustaría, porque este no ha emitido aún ninguna señal de que no está actuando bajo la tutela del expresident. Ojalá Catalunya entre en una etapa de normalidad y el president actúe como tal, que el Govern sólo piense en gestionar la Administración que tiene a bien disponer y que un buen trabajo de negociación política permita que los líderes independentistas puedan recobrar pronto una vida normal junto a sus familias. Nada de lo que se está haciendo desde Berlín y Bruselas está hoy por hoy en esta dirección. Y ya va siendo hora que se diga en voz alta.