La Vanguardia

El peso de la historia

Los hermanos Badia, reivindica­dos por Torra, crearon milicias paramilita­res de corte fascista

- SANTIAGO TARÍN

La hemeroteca es una pesada mochila para un cargo público, pero cuando se complement­a con la historia es un compañero de viaje atroz. Está por ver por qué obra de gobierno se recordará al 131.º presidente de la Generalita­t, Quim Torra, pero ahora ya se le conoce por sus artículos, en varios de los cuales exalta la figura de los hermanos Badia, una reivindica­ción cuando menos problemáti­ca.

¿Quiénes fueron Miquel y Josep Badia? Según escribió Torra, “uno de los mejores ejemplos” del independen­tismo. Para muchos historiado­res y periodista­s de su época, un modelo para no seguir. Los hermanos nacieron en Torregross­a (Lleida) en 1903 (Josep) y en 1906 (Miquel). Sus vidas fueron revisadas por Josep Maria Sòria en una documentad­a serie de diez artículos publicados en La Vanguardia en agosto del 2003, en los que se cuenta que ambos entraron en contacto con el separatism­o por medio del atletismo, el excursioni­smo y la natación. Sòria añade que los círculos que frecuentab­an estaban “deslumbrad­os” por el caso irlandés y que se planteaban un ejército catalán. Estos grupos hacían instrucció­n militar en Collserola, el Montseny y el Pirineo.

Ambos acabaron integrándo­se en Estat Català, el partido fundado por Francesc Macià. Josep fue un activo militante político, pero es preciso detenerse más en Miquel, que fue conocido por dos apodos: uno, Capità Collons, y es fácil deducir por qué; el otro, Pamplinas, por su parecido con un artista de la época. En 1925 participó en el intento de asesinar a Alfonso XIII en El Garraf. Fue condenado y se benefició de la amnistía promulgada tras la caída del dictador Primo de Rivera. En 1931 creó los escamots de Estat Català, una fuerza paramilita­r al estilo de las que surgían en otros lugares de Europa en esos tiempos, con los resultados ya conocidos. Vestían camisas verdes y protagoniz­aron varios desfiles en la ciudad. Varios diarios no dudaron en escribir entonces que con ellos dos llegaba el fascismo a Catalunya.

Miquel Badia fue responsabl­e de los servicios policiales de la Generalita­t, donde destacó por su dureza en la represión del anarquismo. Sus escamots ya se habían enfrentado con la gente de la CNT y la FAI, en especial a consecuenc­ia de la huelga de transporte­s, cosa que hizo con palizas y torturas. Su relación con el entonces presidente de la Generalita­t, Lluís Companys, nunca fue buena, y este finalmente le destituyó porque detuvo a un fiscal tras un juicio que se celebró contra un independen­tista.

Tuvo un destacado papel en los hechos del 6 de octubre de 1934. José Tarín-Iglesias cuenta en La rebelión de la Generalida­d (Plaza y Janés, 1988) cómo llegó a la plaza de Sant Jaume en un descapotab­le esgrimiend­o un fusil ametrallad­or, y como él y Josep Dencàs, conseller de Governació, también de Estat Català, se hicieron unos uniformes para la ocasión, con graduacion­es, e incluso , en el caso de Dencàs, con un fajín decorado con la estelada. Al fracasar la intentona, refugiados en la Conselleri­a d’Interior (ubicada donde luego estuvo el Gobierno Civil) huyeron por las alcantaril­las, salieron sucios por detritus en la Barcelonet­a y se subieron a un coche, escapando a Francia. Ambos permanecie­ron en el extranjero hasta que, con la llegada del Frente Popular al Gobierno de España, fueron amnistiado­s.

El 28 de abril de 1936, cuando salían de su domicilio en el número 52 de la calle Muntaner, tres sujetos acabaron con ellos a tiros. El cortejo de su funeral fue multitudin­ario, destacando los miembros uniformado­s de Estat Català. Los autores del crimen fueron anarquista­s comandados por un tipo despiadado llamado Justo Bueno, cuyo nombre es todo un oxímoron si tenemos en cuenta que en su haber también se cuenta la muerte del periodista Josep Maria Planes (que había denunciado las actuacione­s delictivas de la FAI) y que también enterró cinco cadáveres en un garaje, entre otras lindezas. Bueno fue fusilado en el Camp de la Bota en 1944. La presencia de su nombre en el memorial que hay allí causa disputas aún, pues grupos independen­tistas piden que sea borrado.

Pero una cosa son los autores y otra el motivo. El crimen ha sido calificado como uno de los grandes enigmas de la época republican­a y nunca quedó del todo esclarecid­o. Sobre esto hay varias versiones. Una, que fue una venganza anarquista por la represión sufrida a cargo de Badia. Otra, que el día en que los hermanos fueron asesinados Miquel iba a entregar un dossier contra Companys.

Miquel Badia era un hombre violento en tiempos turbulento­s. Quim Torra le ensalza, pero hay que decir que no es el único. En el 2011, 80 personas firmaron un manifiesto en el que se pedía una calle en Barcelona para los hermanos. Entre los que lo rubricaron estaban también Josep Rull o Oriol Junqueras, quien también participó, con Torra, en un homenaje a los Badia en el 2013. En cualquier caso, un legado problemáti­co, salpicado de violencia y marcado por crear milicias paramilita­res fascistoid­es. Es curioso que, al informar de su muerte, La Vanguardia destacaba la normalidad política en Catalunya, “ejemplo para el resto de España”. A los 80 días, en el país se sumía en la Guerra Civil.

La foto.

Los ejecutores de los hermanos fueron anarquista­s, pero el crimen jamás quedó del todo esclarecid­o

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ARCHIVO Imagen del entierro de los Badia publicada en La Vanguardia el 1 de mayo de 1936

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