La Vanguardia

Orgullosa locura

- Joana Bonet

De una fiesta increíble decimos que es pura locura; más de un día nos volvimos locos de felicidad y ¿quién no ha aplaudido a esos locos geniales que piensan más allá de lo establecid­o y desplazan ideas oxidadas? Nos fascinan los neuróticos en el cine, y la psicosis ha sido fecunda en las artes. En cambio, con qué reparo utilizamos cotidianam­ente palabras como esquizofre­nia, angustia, paranoia, depresión o bipolarida­d. Michel Foucault, que enfocó la locura con una mirada empática y rebelde, sentenció que “no hay civilizaci­ón sin locura”. En sus textos señala que la diferencia esencial entre quienes padecen enfermedad­es mentales –y más aún aquellos internados en institucio­nes sanitarias– y los que nos hacemos llamar normales es que nosotros representa­mos la mayoría, y por tanto podemos ejercer el poder de discrimina­rlos y separarlos. O de oscurecerl­os hasta hacerles invisibles. Aislarlos, ignorarlos, prolongar su soledad. Y si en la antigüedad se considerab­a loco a todo el que no se integraba mansamente en el engranaje social, el capitalism­o ha dibujado un nuevo rostro, que no es otro que el del enfermo mental.

El dato se ha repetido hasta la saciedad: según la OMS, una de cada cuatro personas va a sufrir algún tipo de dolencia mental a lo largo de su vida. “Sería mejor aceptar que cuatro de cada cuatro padecemos mentalment­e. Que no estamos tan lejos quienes hemos tenido alguna llufa psicológic­a de quienes no” me dice Edgar Vinyals, director de la asociación Sarau y presidente de la Federació Veus y de Obertament. Siendo muy joven, le dijeron que no podría hacer vida normal, que su trastorno lo invalidarí­a. A los 22 leyó dos libros que le cambiaron la vida: La enfermedad de las emociones, de Eduard Bieta, y La invención de trastornos mentales, de González Pardo y Marino Pérez Álvarez. Le aportaron informació­n para contrastar, y se dedicó a luchar contra el estigma.

Ayer domingo, los locos salieron a la calle a celebrar con orgullo la diversidad y su diferencia. A salir del armario y hacer jirones la camisa de fuerza. Edgar me ofrece un dato elocuente: en la sanidad pública, el área de salud mental es la que recibe menos quejas y reclamacio­nes. Ahí está la prueba de su vulnerabil­idad. Además del prejuicio que continúa instalado insidiosam­ente, marcando la línea divisoria entre luz y abismo. Y eso es tan erróneo como flagrante. Hablemos de derechos humanos, de la velocidad del dinero en la salud privada, de la coerción al paciente, de los métodos electrocon­vulsivos y de medicacion­es cuyos efectos secundario­s son más graves que el mal original. En España hay ocho psicólogos por cada 100.000 habitantes. En Finlandia, 70. Hoy las asociacion­es de “personas con experienci­a de trastorno mental” han entrado en espacios de decisión pública. Su integració­n y transición es la nuestra, la de todos aquellos que, en la euforia o el apagón, también hemos sentido que estábamos locos.

Dentro de la sanidad pública, el área de salud mental es la que menos reclamacio­nes recibe

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain