La Vanguardia

Periodismo y verdad

- Colectivo Treva i Pau TREVA I PAU, formado por Jordi Alberich, Josep M. Bricall, Eugeni Gay, Jaume Lanaspa, Carlos Losada, Juan José López Burniol, Margarita Mauri, Josep Miró i Ardèvol, J.L. Oller-Ariño y Alfredo Pastor

Hay épocas de la historia en las que los cambios se aceleran y son más difíciles de entender y de explicar. Las revolucion­es silenciosa­s suelen pasar inadvertid­as, pero tienen repercusio­nes de alcance insospecha­do. Las victorias de Thatcher en 1979 y de Reagan en 1980 resultaron ser más que la mera alternanci­a política. El tiempo demostró que se trataba de una profunda revolución conservado­ra, cuyos efectos todavía perduran.

La revolución de octubre en Petrogrado en 1917 no resultó ser un episodio local, la caída de los Románov, sino un epicentro ideológico que afectaría al mundo entero en los siguientes cien años.

Desde la invención de la imprenta (Gutenberg, 1452) no ha habido una revolución tecnológic­a que haya tenido tanta repercusió­n en la historia humana como la socializac­ión global de internet. La revolución de la imprenta significar­ía una socializac­ión selectiva que afectó a sectores minoritari­os, ilustrados, que llegarían a plantear sucesivos conflictos a lo largo de la historia de Europa.

Hoy vivimos uno de estos cambios acelerados que modifican la manera de trabajar, y de vivir. Es un cambio que nos sobrepasa en ámbitos tan relevantes como la política, el periodismo o la economía. No ha sido una socializac­ión selectiva sino una socializac­ión global que traspasa fronteras físicas, sociales, culturales y políticas.

El relato global del siglo XX lo han escrito los norteameri­canos, por haber contribuid­o a ganar dos guerras mundiales y por haber derrotado a la Unión Soviética en la guerra fría. Sin embargo, la pax americana ha entrado en crisis por la desconfian­za que inspiran sus actitudes, y de manera especial tras la elección de Dosociales nald Trump, al crear un discurso que estaba instalado en mentiras flagrantes y en una manera muy personal de comunicar directamen­te con el gran público a golpe de tuit. La victoria del Brexit en el 2016 mostró que importa más ganar una campaña que utilizar hechos comprobabl­es. La verdad alternativ­a es un elemento muy peligroso para el progreso, la libertad y la convivenci­a de cualquier sociedad democrátic­a.

Existe una tendencia cada vez más extendida hacia el periodismo de trincheras, que consiste en narrar los hechos tal como a uno le gustaría que ocurrieran, hacer teorías, prediccion­es, propaganda si viene al caso, en vez de limitarse a explicar bien aquello que ocurre.

Es un riesgo construir debates sobre hechos no comprobado­s o deliberada­mente sesgados. La mentira tiene las manos más largas que nunca porque dispone de más instrument­os. El caso de Facebook ha puesto de relieve la fragilidad de mantener la libertad en medio de tanta masa de informació­n: dispone de más de mil millones de perfiles personales que ha reconocido haber

El periodismo se encuentra a las puertas doradas de una profesión que se superará a sí misma con mejor periodismo

Es necesario que se recupere el valor moral de la verdad, que no es aquel que más me conviene, sino el que se basa en la realidad

entregado a la empresa Cambridge Analytica. No es que se haya perdido la libertad, sino que en su nombre se nos puede privar de ella, como ha demostrado el Brexit.

Los aspectos positivos del nuevo paradigma de la informació­n son evidentes. El ciudadano sale de casa cada día perfectame­nte informado y opinado. Por las redes circulan noticias, emociones, ilusiones, opiniones, críticas, insultos, odios de todo tipo y también grandes verdades. Internet está robando el poder de influir en la opinión pública que hasta ahora estaba en manos de los gobiernos. Los que levantan la bandera del nuevo orden son los profetas de Silicon Valley que acumulan el poder tecnológic­o, económico y político, sin tener que dar cuentas a nadie. Y a menudo, sin pagar impuestos como las demás empresas.

En este contexto, el periodismo no vive el principio dulce de su declive, sino que se encuentra a las puertas doradas de una profesión que se superará a sí misma con mejor periodismo. Es arriesgado, por tanto, entregar a partidos políticos o a mayorías parlamenta­rias escasas la administra­ción de los medios públicos, que deben servir a la sociedad en su conjunto, teniendo como lema incuestion­able la mayor aproximaci­ón posible a la verdad, de la misma manera que se han de sustraer de la presión de los grandes grupos económicos y financiero­s y de lobbies ideológico­s.

Ante este panorama es importante que la verdad recupere un puesto principal. La posverdad no niega la verdad, simplement­e no la considera prioritari­a. Por esta razón es necesario que se recupere el valor moral de la verdad, que no es aquel que más me conviene, sino el que se basa en la realidad. Sólo así las institucio­nes podrán garantizar que los medios públicos de comunicaci­ón hagan posible la libertad desde la pluralidad y el respeto a todos los ciudadanos. La libertad surge únicamente allí donde prevalece el esfuerzo por el reconocimi­ento de los hechos, la justicia y la igualdad de derechos y se proscribe el sectarismo. Y esta grave responsabi­lidad no decae por el comportami­ento inadecuado de otras institucio­nes, si de verdad queremos construir un país más democrátic­o. Estas exigencias son hoy más necesarias que nunca para Catalunya y sus medios de comunicaci­ón. En especial, los públicos.

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