La Vanguardia

Tiempo de calabazas

- Mcamps@lavanguard­ia.es

Hay calabazas de verano y calabazas de invierno. Las de invierno son las típicas de Todos los Santos, y con la pulpa se elabora el cabello de ángel –qué poetas, nuestros antepasado­s–. Así, dos veces al año tenemos calabazas, un fruto que vino en barco, con las patatas, los tomates y los cacahuetes, desde la otra orilla del océano. La palabra es de origen prerromano y tenía el sentido de concha. Así pasa al nuevo fruto y también a los galápagos.

Pero en la actualidad hay calabazas todos los meses, al menos en un sentido figurado. Hay las que dan a un pretendien­te cuando es rechazado. También están las que se llevan los alumnos a casa en el boletín de notas al final de curso, que ahora, con la evaluación continuada, los que no progresan adecuadame­nte van recogiendo de manera gradual y así tienen para todo el año. Y aun hay un tercer sentido negativo, cuando alguien “sale calabaza”, es decir, que no se correspond­e con el buen concepto que se había formado de él.

Las calabazas también se utilizaban, vaciadas y secadas, como flotadores y de ahí nace una expresión, referida a una persona que sabe manejarse sola por la vida con decisión, que dice que “nada sin calabazas” o que

Están las que se dan a un pretendien­te rechazado y al alumno que no progresa adecuadame­nte

“no necesita calabazas para nadar”.

En las casas de hoy no suele haber calabazas, y todavía menos con esa función de flotador. Así pues, es lógico que referirse a una persona con empuje como alguien que no necesita calabazas para nadar esté en recesión. Las cosas habituales pasan a las frases hechas y estas se mantienen vivas a veces más allá de los usos originales, pero en este caso los flotadores de calabaza sólo han quedado para los disfraces de época.

De otra parte de donde las calabazas están desapareci­endo es, en catalán, de la referencia cromática. Antes, el sol era “de color carabassa” –como cantaban los añorados Antònia Font– y ahora, en cambio, muchos catalanoha­blantes dicen que es “de color taronja”. La razón tanto puede deberse a esa desaparici­ón de las calabazas de la vida cotidiana, como por la influencia del castellano, donde este color siempre ha sido el naranja.

Segurament­e algún lector se habrá sorprendid­o de que haya escrito carabassa yno carbassa. Las dos formas están en el diccionari­o catalán, pero la primera es la preferente. De carabassa podemos decir carbassa comiéndono­s una letra, igual que de taronja podemos decir tronja (y, en cambio, esta forma no está en el diccionari­o), y en castellano de cansado podemos decir cansao. Cuando hablamos, quitar letras de una palabra siempre es más fácil que añadirlas.

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Magí Camps

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