La paradoja española
No hace mucho se consideró posible, incluso para algunos deseable, que el espíritu revolucionario de Egipto, Túnez, Argentina, Grecia o España se extendiera por el mundo como un nuevo principio que debía cambiar las relaciones de poder o sustituirlas. Sin embargo, ninguna de esas revoluciones o movimientos sociales han dado con la forma necesaria para asentar su dominio moral en un dominio político.
En España la estética y la narración han caído del lado de la izquierda, mientras que el poder y las encuestas siguen dominadas por la derecha. El 19 de noviembre del 2002 España se hizo ecologista como respuesta al desastre ecológico del Prestige. En el año 2003 España asumió la conciencia antibelicista tras la posición adoptada por José María Aznar a favor de la intervención en Irak. En el 2004 los atentados de Atocha certificaron para muchos españoles el error de la intervención española en Irak pero, sobre todo, desvelaron su deseo de que no se manipulara la verdad por intereses electorales. En el 2008 el estallido de la crisis económica empezó a desvelar la manipulación financiera a la opinión pública, aflorando en la sociedad una conciencia anticapitalista. El 2011 los movimientos del 15-M consiguieron cristalizar la brecha entre los miembros que componen la casta y quienes la sufren. En el 2012 el nacionalismo moderado catalán dio el salto al independentismo estableciendo un ideario de ruptura, insubordinación y unilateralidad dominado por el lenguaje de la CUP frente a los planteamientos políticos más centrados.
Este largo recorrido estético hacia la izquierda ha integrado también las manifestaciones feministas contra la brecha salarial y las manifestaciones de los pensionistas y estudiantes, mostrando que hemos llegado a la desintermediación de la política, donde los partidos políticos y las centrales sindicales han visto debilitado su papel mediador en la sociedad.
A lo largo de estos dieciséis años ha habido un triunfador público, la izquierda, y un triunfador privado, la derecha española con Mariano Rajoy al frente, que ha sido capaz de convertir el viaje a la revolución en una aspiración sin plasmación política en el Gobierno de España. Habrá que empezar a analizar los motivos por los que un país de centroizquierda sólo parece capaz de ser gobernado por la derecha.