Los fármacos y la economía
Siempre he pensado que, a pesar de la importancia que tiene, se presta poca atención al sector farmacéutico. Y cuando se hace desde los medios, suele ser para destacar las ganancias, que son nuestros gastos, o algún mal funcionamiento con impactos sobre la salud. Se le ha llegado a comparar con las productoras de tabaco. Pero es bastante diferente: unas matan y el otro cura. O ambos lo intentan. El sector es interesante desde todas las vertientes: de la economía de la salud, la organización industrial, la innovación, regulación y competitividad, los derechos de propiedad, la logística, el medio ambiente, la gobernanza o las políticas públicas
Parte del silencio de este sector es querido: se puede pensar que ya les va lo bastante bien. En nuestro caso sorprende la importancia en empleo de muchas compañías y lo poco que sabemos de ellas. De las de aquí y de las de fuera. Boehringer, Esteve, Novartis, Grifols, Werfen, Almirall, Ferrer, Menarini, Bayer, Linde. Pequeños y grandes monstruos de empleo, tecnología, exportación y negocio. El compromiso de todas estas compañías con Catalunya merece conocimiento y reconocimiento cuando sufren la incomprensión de una relación tan compleja como la que tienen con el Ministerio de Industria y Economía, que empuja la innovación y el empleo; el de Hacienda, atemorizado por el pago de las facturas y el de Sanidad, visto como un sector de gasto de la mano de profesionales y pacientes.
Las compañías no son angelitos pero no tienen una interlocución fácil. El regulador mira más el gasto y el impacto presupuestario que su contribución a la salud. Evalúa poco y no siempre bien, de manera que no premia lo bastante al innovador ni expulsa al marginal, cuando parte de la industria lucha por precios lineales, preservar cuotas de mercado con innovaciones menores y un enjambre de visitadores médicos y comerciales que mueven la demanda.
Se habla poco de ella, pero la industria farmacéutica tiene una importancia primordial para la economía catalana
Pero toda esta manera de hacer puede pronto periclitar de la mano de la tecnología más disruptiva, con aplicaciones diversas en el sector de la salud. Medicamentos biosimilares, secuencia genómica, tratamientos personalizados... ponen en disyuntivas nuevas al sector. Si se ajustan rápidamente, pueden perder un cash flow que todavía da rendimientos lo bastante atractivos. Si se ignoran, cuando se quiera reaccionar se pueden encontrar ya fuera de mercado. Todo lo nuevo que llega requiere hablar de servicio más que de producto, de dispositivos más que de pastillas. Es un nuevo modelo de negocio. Y hace falta, por eso, que el medicamento se inserte en la cadena de salud y no se vea como algo que va “a su bola” persiguiendo la ganancia con las buenas y malas artes de la inducción de la demanda. ¿Lo sabrán hacer los que han hecho de Catalunya la base de su actividad? La economía catalana se juega mucho. La industria del medicamento es hoy un buen fármaco para mantener la salud de la economía de Catalunya.