Siempre bajo sospecha
Eduardo Zaplana salió ileso de casos como Naseiro, Terra Mítica o Lezo
La sospecha siempre ha acechado a Eduardo Zaplana, seguramente el político más hábil de la historia del PP valenciano. Pero el hombre que convirtió a este partido en hegemónico durante dos décadas en la Comunidad Valenciana –cuyo gobierno presidió entre 1995 y el 2002– logró eludir cuantos asuntos judiciales amenazaban su carrera política: Naseiro, Terra Mítica o Lezo. En paralelo, construyó su propio mito, una imagen de político brillante y gran estratega, que sobrevivió al hundimiento de su formación mientras sus sucesores, José Luis Olivas o Francisco Camps, caían bajo la acción de los jueces.
La sospecha le acompañó cuando estalló el caso Naseiro, en el año 1989. En una conversación pinchada por la policía, el expresidente decía que estaba “arruinado” y que quería lograr dinero rápido para comprarse un “Opel Vectra de 16 válvulas”. La sospecha también le acompañó cuando conquistó el Ayuntamiento de Benidorm en 1991 gracias a una concejal tránsfuga del PSOE, Maruja Sánchez, a quien mantuvo escondida durante días.
Zaplana salió también indemne del caso Terra Mítica, parque temático que impulsó como presidente, y cuyo proceso concluyó con veinte condenados, uno de ellos su cuñado. Arropado por José María Aznar, llegó a ser ministro de Trabajo y portavoz del Gobierno.
Tras la política pasó a Telefónica, donde estableció relaciones privadas con prohombres de empresa. Fundó la consultora Decuria Consulting, S.L, para la promoción inmobiliaria y eventos deportivos. La sospecha le acompañó por la relación de su hija, Rosa María, con negocios turbios del hijo menor de Jordi Pujol, Oleguer. Y recientemente, el juez Eloy Velasco lo relacionaba con operaciones de blanqueo de capitales con el expresidente madrileño Ignacio González y con el Canal de Isabel II como terreno de operaciones. Finalmente ayer cambió su suerte.
El exlíder valenciano, que convirtió al PP en hegemónico, se construyó una imagen de gran estratega