Riesgos de fractura
La propuesta, única solución de momento al problema de la frontera de Irlanda
Incapaz de poner orden en su partido, la primera ministra británica, Theresa May, ha aparcado las dos opciones que se planteaba proponer a Bruselas para resolver el problema de la frontera de Irlanda cuando se formalice el Brexit.
En teoría el mandato de Theresa May es respetar la voluntad de los votantes expresada en el referéndum de hace dos años y negociar con Bruselas “el mejor Brexit posible”. Pero en la práctica, por imperativos políticos, su misión consiste en conseguir un Brexit que no fracture al Partido Conservador y lo divida entre proteccionistas y defensores del libre comercio, como ocurrió en el siglo XIX con la imposición de tarifas al trigo, el maíz y demás cereales.
No es una misión imposible, pero tampoco fácil, como se está demostrando. Incapaz de poner en sintonía a ambos bloques dentro de su gabinete, la primera ministra ha aparcado las dos opciones que se planteaba proponer a Bruselas para resolver el problema de la frontera de Irlanda: una, consistente en “controles invisibles” a base de cámaras y demás tecnología, y la otra, en que el Reino Unido haga suyas las regulaciones aduaneras del bloque continental y cobre las tarifas a las importaciones en nombre de la UE, procediendo después a los reembolsos pertinentes si las mercancías se quedan en el Reino Unido.
A la primera se oponen los pragmáticos reacios al Brexit, que dan prioridad a la estabilidad económica y a evitar la fuga de empresas, porque la tecnología que evitaría la instalación de puestos fronterizos entre el Ulster y la República todavía no está desarrollada. Y a la segunda se resisten los halcones brexistas (el ministro de Exteriores, Boris Johnson; el negociador con la UE, David Davis: el ministro de Comercio, Liam Fox: el ministro de Medio Ambiente, Michael Gove) porque impediría a Londres firmar acuerdos comerciales con terceros países, uno de sus objetivos fundamentales, junto con el control de la inmigración y la afirmación de la soberanía nacional “liberándose” de los tribunales europeos.
El problema es que May se ha comprometido con la UE a que, si no se encuentra otra solución, Irlanda del Norte seguirá alineada en materia regulatoria con Bruselas para evitar una frontera dura, algo a lo que se oponen sus socios informales de coalición del DUP (Partido Democrático Unionista) porque acercaría la provincia a la República y haría más factible la reunificación de la isla. De manera que se inclina porque en vez de que el Ulster permanezca en la unión aduanera lo haga toda Gran Bretaña, por lo menos hasta que se encuentre otra solución. Lo cual podría requerir bastante tiempo.
A pesar de que el gabinete –incluidos
Boris Johnson y los rupturistas temen que al final el Brexit quede tan aguado que ni siquiera lo parezca
los halcones– aceptaron en principio esta alternativa como única salida a sus divisiones ideológicas, en los últimos días han expresado su oposición con el argumento de que de esa manera el Reino Unido va a acabar teniendo las mismas obligaciones que cuando era miembro de la UE, pero sin los derechos y sin voz ni voto en las decisiones de Bruselas, un estatus peor que el de Noruega, Suiza, Islandia y los miembros del Área Económica Europea (incorporarse a ella sería, según muchos expertos, la mejor solución para Londres, pero conllevaría aceptar el libre movimiento de trabajadores, que es tabú para los defensores del Brexit duro). De gira por América Latina, Johnson ha exigido a May que el estatus provisional tenga una fecha de expiración y no sea indefinido.
A todo esto, Bruselas ha rechazado hasta ahora todas las propuestas que maneja Downing Street para la futura relación comercial. Y ha dejado claro que, para resolver la cuestión de la frontera de Irlanda, no basta con que el Reino Unido siga en la unión aduanera, sino que tendría que adoptar parte de las disposiciones del mercado único. Lo cual choca frontalmente con su planteamiento de que Londres no puede disfrutar de una relación “a la carta” con Europa, escogiendo lo que le conviene y descartando lo que no. Desenredar la madeja no va a ser fácil.