Días de tormentas

AÚN estaba el Gobierno celebrando la aprobación de los presupuestos, cuando le llegó la noticia de que la Audiencia Nacional condenaba al PP a pagar 240.000 euros como “partícipe a título lucrativo” por beneficiarse de la trama Gürtel, en la que el extesorero del partido Luis Bárcenas era condenado a 33 años de prisión a causa de diversos delitos fiscales. Como las malas noticias nunca vienen solas, poco después se conocía que Pedro Sánchez le daba vueltas a la idea de presentar una moción de censura contra el presidente del Gobierno, que rápidamente contó con el apoyo de Podemos, ERC y el PDECat y que dejaba a Ciudadanos con el paso cambiado. Albert Rivera, que levanta la bandera de la regeneración política, puede verse ante el dilema de si salva o no al PP después de su condena. La política española no consigue estabilizarse. Mariano Rajoy pensaba el miércoles que había comprado dos años de calma, pero el jueves la galerna volvió a golpear los cristales de la Moncloa. La amenaza de un adelanto electoral no ha despejado. La climatología política se parece a la meteorológica: las tormentas no amainan.

La suerte para el Gobierno es que Rajoy nunca se altera. Su forma de ejercer el poder sosegada, pacífica y sin ponerse nervioso es lo que más valoran sus seguidores, sus militantes y sus barones. No se complica la vida ni se precipita, esperando tener el tiempo como fiel aliado. Ayer se limitó a aprovechar los micrófonos de la Cope para decir que al Gobierno no le afecta en modo alguno la sentencia, que el PP es mucho más que diez o quince casos aislados y que se trata de cuestiones de hace muchos años. Pelotas fuera.

Pero hoy la pelota está en el tejado del PSOE, pues en la reunión de su ejecutiva decidirá si presenta o no la moción de censura. Todos se juegan mucho.

Pero el que más, el país, que necesita la pausa que tanto agrada al presidente. Eso no es lluvia fina, sino todo un temporal.