Feminidad a debate
La IAAF volverá a cerrar las puertas en noviembre a Caster Semenya, un peculiar ejemplo de hiperandrogenismo
La ciencia médica ha concluido que la atleta sudafricana Caster Semenya produce tres veces más testosterona de lo normal en una mujer, algo que no se le puede achacar a ella pero que muy probablemente le impedirá competir en las olimpiadas por la decisión de la IAAF de recuperar la limitación de los niveles de testosterona.
Por tradición, el atletismo sudafricano ha creado estrellas controvertidas. En los años ochenta estaba Zola Budd. Eran los tiempos del apartheid. Zola Budd era una fondista blanca y menuda. Corría con los pies descalzos. Tenía 17 años cuando batió el récord del mundo de los 5.000 m. Como era sudafricana, no se lo reconocieron. Servidumbres del apartheid. Para que eso no volviera a pasarle, se nacionalizó británica. Bajo esa bandera, la británica, Budd apareció en Los Ángeles, en los Juegos de 1984. Allí, en los 3.000 m, se enfrentó a Mary Decker.
En aquellos tiempos, Decker era la novia de América. Lucía una bonita melena y una zancada prodigiosa. Durante la carrera, Budd y Decker se trastabillaron. Mala suerte: Decker se fue al tartán. El estadio abucheó a Budd, que acabó séptima, entre llantos.
Para los estadounidenses, Budd era una apestada.
En la década pasada apareció Oscar Pistorius. En lugar de piernas, utilizaba sus prótesis de titanio, las cheetah. Era un velocista paralímpico de espíritu reivindicativo. Defendía lo suyo: soñaba con acudir a unos Juegos. Lo logró. Estuvo en Londres, en el 2012. En los Juegos Olímpicos, no los Paralímpicos.
Luego, Pistorius mató a su novia, por motivos que aún nadie aclaró, y todavía cumple condena. Otro apestado.
Caster Semenya (27) no es ninguna apestada. Aunque su trayectoria como atleta pende de un hilo.
Por ahora, la veremos competir. Tiene permiso para hacerlo en este verano. La estamos observando en las pruebas de mediofondo de las reuniones de la Diamond League. Gana siempre.
Posiblemente, no lo hará por mucho tiempo. Ya veremos qué ocurre a partir de noviembre, que es cuando debería entrar en vigor la nueva normativa del mundo del atletismo: la feminidad de Semenya vuelve a ser motivo de debate.
Semenya es un caso raro, un asunto que viene de largo. La Federación Internacional de Atletismo (IAAF) le ha colgado una etiqueta: hiperandrogenismo. La ciencia médica ha concluido que Semenya produce tres veces más testosterona que una mujer.
La perspectiva es grave. José María Odriozola, catedrático de Bioquímica y tesorero de la IAAF, ofrece su versión:
–En los 800 m, para una atleta que corre en 2m00s, la ventaja que le ofrece esa producción de testosterona, muy por encima de lo que es normal para la mayoría de las mujeres, está entre seis y siete segundos. Pude observar la desolación de las finalistas del 800 olímpico de Río 2016 al ver que el podio lo copaban tres atletas hiperandrogénicas.
Se refiere a Semenya, y también a Niyonsaba y a Wambui.
El asunto no es nuevo. La IAAF lleva tiempo dándole vueltas. Por lo menos, desde el 2009. Ese es el año en el que Semenya aparecía en escena. Tenía 18 años. Viniendo de la nada, ganó el 800 m en aquel Mundial, el de Berlín. Y luego, la convirtieron en un conejillo de Indias.
Un comité médico analizó su caso. Fue una experiencia humillante. Ante un grupo de científicos, Semenya tuvo que desnudarse. Salió malparada. La ciencia concluyó que generaba tres veces más testosterona que una mujer.
La suspendieron por once meses. Sólo volvió a competir tras acatar una orden. Debía reducir su nivel de testosterona a 10 nanomoles por litro de sangre. La mayoría de las mujeres genera dos nanomoles. Caster Semenya aceptó el trato. Empezó a medicarse.
A continuación, perdió un puñado de carreras.
Permaneció en un segundo plano hasta el 2015, cuando se eliminó aquel límite. Semenya pudo dejar de medicarse. Se proclamó campeona olímpica en el 2016 y campeona del mundo en el 2017. Y nadie le tose.
Hasta ahora. A ojos de la IAAF, hay más atletas beneficiándose de esa condición, la del hiperandrogenismo. En abril, los médicos del atletismo revisaban el caso. Alcanzaron una conclusión. No sólo hay que recuperar el límite de testosterona.
También hay que endurecerlo. Ahora, la tasa está en los cinco nanomoles. A partir de noviembre, toda atleta que supere ese nivel quedará suspendida. No podrá competir entre las mujeres. Semenya protesta:
–Es una decisión racista. –No es racismo, sino defender la esencia de la competición. Todos critican a las atletas que se dopan con testosterona. La condición de las hiperandrogénicas es natural, pero no por ello deja de darles una gran ventaja sobre la mayoría que no lo son, y que por ello compiten en pruebas exclusivas para mujeres –cierra Odriozola.
ODRIOZOLA
“Inhabilitar a Semenya no es racista: es defender la esencia de la competición”, dice el tesorero de la IAAF
OTROS CASOS
A ojos de la IAAF, hay más atletas beneficiándose de esa condición, la del hiperandrogenismo