La magia de Aznar
Cubrí como periodista toda la campaña electoral de Aznar del 2000. Fue una experiencia muy ilustrativa: el aznarismo, después de cuatro años simulando centrismo, consiguió movilizar a un electorado convencido y rompió la cintura del PSOE, que hizo una campaña errática y desnortada. En todos los mítines, Aznar era recibido con entusiasmo como el campeón de una supuesta nueva España de clases medias que habían prosperado y que, después de la larga etapa de socialismo felipista, querían reivindicarse como triunfadoras. Era una época de vacas gordas y parecía que los populares habían encontrado la fórmula mágica para desplazar la sociedad hacia la derecha de manera suave, casi de manera natural. “España va bien” era el lema imperante. En aquellos comicios, Aznar alcanzó la mayoría absoluta y, entonces, el personal descubrió la verdadera agenda de la derecha de toda la vida. El convergente Xavier Trias –cabeza de lista en Madrid– ha explicado algunas veces lo que experimentó al comprobar que los herederos de Fraga no necesitaban pactar nada con nadie en las Cortes.
Ahora asistimos al hundimiento histórico de la magia de Aznar. La sentencia del caso Gürtel nos dice que la derecha que quería dar ejemplo no aprendió nada de la corrupción que intoxicó al PSOE. Más allá de la culpabilidad de Bárcenas, Correa, Crespo y otros, está la responsabilidad de los que se movían alrededor, por arriba y por debajo, de estos personajes. De la misma manera que el caso Pujol y el caso 3% han significado un terremoto en la política catalana, es obvio que el caso Gürtel impacta en la política española más allá de lo que ahora somos capaces de ver. Y no sólo porque Rivera tiene hoy el camino más allanado
La derecha que quería dar ejemplo no aprendió nada de la corrupción que intoxicó al PSOE
hacia la Moncloa. Mariano Rajoy –que fue designado por Aznar en su día– debe gestionar una situación que, en la mayoría de los países de Europa, desembocaría en una cadena de dimisiones automáticas.
Pasan los siglos, las tecnologías se van sofisticando, las normas intentan prever los riesgos, pero todo acaba golpeando por el lado más primario. Tenía razón Canetti: siempre se impone la ley del reparto del botín. Si el reparto no tuviera algunas reglas, “la expedición terminaría en matanza y en masacre”, escribe el autor de Masa y poder. Pero la matanza puede surgir por cualquier cosa, por ofensas imperceptibles. ¿Qué falló? El hecho es que Aznar es hoy el padrino de Rivera y observa con distancia sideral las peripecias de Rajoy. Que las cosas raras empezaran bajo el aznarismo parece un detalle menor. Los que empiezan juntos una expedición no siempre la terminan juntos. La selva transforma a los expedicionarios; la cacería, también. “Luis, sé fuerte”, decía un SMS famoso. Adentrados en el bosque, que cada uno se las arregle como pueda.
De la magia de Aznar a la contabilidad en B. De la promesa a la excusa.