¿Y si hablamos de Barcelona?
Faltan todavía 380 días para las elecciones municipales y en el Ayuntamiento de Barcelona ya rinden cuentas. A efectos prácticos, el mandato que comenzó con el inesperado ascenso de Ada Colau a la alcaldía ya hace semanas que quedó finiquitado. Hasta aquí hemos llegado, se dijeron gobierno y oposición el día que asistieron a la ceremonia de entierro (o hibernación) del proyecto de conexión del tranvía. La precampaña electoral, que históricamente en Barcelona comenzaba por las fiestas de la Mercè, ya ha arrancado y no hay quien la pare. Se va hacer larga, muy larga, tanto como la lista de preaspirantes a negarle la reelección a la primera alcaldesa que ha tenido la capital catalana. En momentos de máxima incertidumbre, de bloqueo político, una metrópoli capaz de sobrevivir a todas las tempestades, de permanecer en los escaparates más lujosos de todo el mundo y de seguir captando importantes inversiones es un plato demasiado apetecible como para renunciar a él. En un horizonte aún lejano, la de Barcelona se dibuja ya como la madre de todas las batallas, aunque nos tememos que se va hablar mucho de candidatos, de posicionamientos ante el procés, de la relación entre Catalunya y España, y muy poco de modelos de ciudad.
“Las elecciones han de ir de Barcelona y de ninguna otra cosa”, sentenció ayer Ada Colau durante la conferencia que pronunció en el Fórum Europa-Tribuna Catalunya. El acto fue, precisamente, una rendición de cuentas en toda regla de la labor realizada por los comunes en el Ayuntamiento desde aquellas elecciones del 24 de mayo del 2015. La alcaldesa destacó lo que se ha hecho durante sus tres primeros años de mandato (recuperación para la ciudad de la Modelo, aprobación del Espai Barça, reanudación de las obras en Glòries, próxima parada del metro en la Zona Franca, acuerdo de las terrazas, reinicio de las obras en Sagrera...) y de lo que no le han dejado hacer (tranvía por la Diagonal y funeraria pública).
Colau expresa rechazo a una campaña electoral demasiado larga y que podría arrinconar el debate sobre la ciudad
En su intento de barcelonizar la próxima campaña electoral del 2019, Colau ofreció a la oposición política un pacto de no agresión –o, mejor dicho, de ir todos juntos– en tres frentes de batalla: la financiación del transporte público, la regulación de los alquileres para evitar los precios abusivos de la vivienda y la lucha contra los narcopisos, una cuestión sobre la que BComú y el PDECat cerraban ayer los flecos de un pacto que presentarán hoy en el pleno del Ayuntamiento.
En el abarrotado comedor noble del hotel Palace, la ganadora de las primarias demócratas, Neus Munté, tomaba nota de las palabras de la alcaldesa para valorar después su “discurso equidistante con la represión” y advertir que su formación quiere que se hable de Barcelona, pero que eso significa también afrontar “situaciones tan duras como las que se están encontrando tantos”, en referencia a los independentistas encarcelados o huidos al extranjero.
Ada Colau no esquivó ninguna de las preguntas formuladas por los asistentes al acto. Avisó al PSC, al que expulsó de su gobierno pero al que sigue considerando una “fuerza progresista”, de que no puede convertirse en Badalona en “cómplice de una persona xenófoba y racista”, en referencia al popular Xavier García Albiol y a su ofensiva para derrocar a la alcaldesa Dolors Sabater. Y lamentó el “escarnio” al que están siendo sometidos Pablo Iglesias e Irene Montero. La alcaldesa de Barcelona reconoció que ella votaría a favor de la continuidad en sus cargos de los líderes de Podemos, pero señaló que convocar una consulta interna por el asunto de la adquisición del chalet de 600.000 euros le parecía “excesivo”. “Yo no lo he comprado ni lo compraría”, aseguró la antigua ac tivista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.