La Vanguardia

Centauros australian­os

- S. Llopart

Sweet country

Dirección: Warwick Thornton Intérprete­s: Hamilton Morris, Bryan Brown, Sam Neill, Thomas M. Wright

Producción: Australia, 2017. western sobre racismo.

Cuando se coloca detrás de un filme el apelativo australian­o, como si fuera el apellido, éste cobra un dimensión distinta: se imbuye de la inmensidad y la desolación de buena parte de ese país que también es continente. Sweet country es un western australian­o: un western donde mandan los espacios abiertos y los conflicto de intereses, como en el western clásico. Pero donde el territorio desabrido, marcado de ocres y de blancos, tan australian­o, acoge con indiferenc­ia la lucha de los individuos con ley –y por la ley– confusos ante lo que es y no es justo. El salvajismo, incluido en el racismo. Estamos en los años viente, y, a todo lo anterior, Warwick Thornton, el director, añade el conflicto de los blancos con los aborígenes...

Sweet country es un hermoso filme que avanza en el drama lentamente, sin música y casi sin palabras. Disparando atisbos de la trama, como flashes, en el ritmo lento de la historia. Un aborigen, Sam, mata a un blanco. Era una bestia. Pero era blanco. Lejos, el pueblo observa; y más allá todavía, la justicia de su majestad, la reina de Inglaterra, o sea, el estado. Entre los rancheros está Fred Smith, interpreta­do por Sam Neill con pasión y sobriedad, la caracterís­tica principal del mismo filme de Thornton.

Seguimos la historia mirando a través de puertas y ventanas, en una evocación fantasmal de la desesperac­ión contenida y rabiosa que mandaba en Centauros del desierto, de Ford. Formas lacónicas, ritmo lento. Grandiosa sobriedad, con un drama que se refleja en un paisaje único. A la australian­a. /

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