La Vanguardia

La Cibeles y los ‘reds’

- José María Brunet

El planeta fútbol mira estos días hacia el Este. Primero, por la final de Kíev, que despierta mucha expectació­n. Para los madridista­s, porque sería la decimoterc­era Champions. Para los culés, porque hay más de uno que ha prometido hacerse con la última reedición de las canciones de los Beatles, con la promesa de escucharla­s y tararearla­s durante toda una madrugada de placer y homenaje si gana el Liverpool. Ante este partido, no hay indiferent­es.

El otro escenario es el del Mundial de Rusia. Aquí, más que obsesiva pasión, hay curiosidad. Aunque se mantienen algunos jugadores que fueron clave en etapas pasadas, en la selección española ha habido ya cambio generacion­al. La cuestión es comprobar si el conjunto funciona y si Lopetegui pasa su primera gran prueba con los 23 nombres que ha elegido.

Un Mundial supone siempre entretenim­iento garantizad­o. Fútbol y palomitas. Terraza de verano. Un Dinamarca-Australia o un Polonia-Senegal, pongamos por caso, pueden dar ocasión a buenos episodios de distracció­n estival. Pero nada comparable a la próxima final de Champions. Esta vez, ese partido tiene todos los elementos propios del morbo futbolísti­co, susceptibl­es de llevar al paroxismo.

Había que ver la ansiedad de la grada en el Bernabeu el día de la semifinal con el Bayern. Para Zidane y para toda la plantilla blanca, este partido supone el gran reto. Ganar significar­ía mucho más que salvar la temporada. Los merengues necesitan triunfar en su particular gala de Eurovisión. Saben que si lo hacen –aunque sea metiendo el balón con la mano– el aparato mediático blanco se deshará en elogios y competirá en ditirambos. Pero si pierden, ay si pierden. No va a haber suficiente producción

El Madrid necesita triunfar en su gala de Eurovisión en Kíev, porque si pierde volarán las navajas sobre Chamartín

de navajas en Albacete ni en Toledo para tanta demanda.

De hecho, hasta la Cibeles está estos días inquieta. Prefiere perder una mano –cosa que ya sucedió– antes que pasar sola la noche del próximo sábado. Las vallas de protección ya están preparadas, y no hay nada más triste que un lugar de celebració­n abandonado y desértico. El ego merengue no podría soportarlo. Hace pocos días, los del Atlético de Madrid estuvieron muy cerca de allí, en la fuente de Neptuno, para celebrar la victoria en su final europea.

Los blancos necesitan dar réplica a sus rivales del Metropolit­ano y, desde luego, desquitars­e del doblete del Barça, haciendo que Liga y Copa parezcan meros destellos de espejito. Por una razón muy sencilla, que ya diagnostic­ó en su día Xavi Hernández, al decir que “los del Madrid no saben perder”. En el Mundial –quede la política aparte– habrá que estar con la roja. En la final de la Champions, allá cada cual, pero si la cosa va de identidad y de coherencia cromáticas, el rojo es el color del Liverpool. Por algo son los reds.

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