La Vanguardia

El Club Med y el ‘catenaccio’

- Josep Oliver Alonso

La pasada semana comentábam­os las exigencias del BCE para que la eurozona se dotara de mecanismos de ayuda para afrontar la próxima crisis. Que, no lo duden, llegará. Y destacábam­os cómo la cumbre europea de junio no dará cumplimien­to a las demandas de Draghi. ¿La razón? Alemania y sus aliados del norte no están dispuestos a tejer una red de solidarida­d que salve a países en dificultad­es, es decir, al sur. Razón no les falta: antes de mancomunar riesgos, exigen que todos deberían situarlos en niveles parecidos y, en particular, comportars­e con rigor similar.

En tierras calvinista­s, la fama de infractor del Club Med no ayuda a las demandas del BCE; pero el Gobierno italiano ha conseguido situarla en un nivel jamás alcanzado: su política es una retahíla de incumplimi­entos de lo firmado, y acordado, con sus socios de la eurozona.

Primero, en la sacrosanta reducción del déficit y de la deuda pública. Frente a la política de situar el primero en el 0% en el 2020, se propone lo contrario. Es decir, disminuir ingresos (reduccione­s de impuestos sobre la renta) y aumentar gasto (reversión de la reforma de pensiones y renta mínima universal). Con ello, la reducción de la deuda pública al 60% del PIB es imposible, y no sólo por su elevado valor (en el 132% del PIB, sólo por debajo de la de Grecia), sino por los inevitable­s déficits. Segundo, en la política de absorción

Con esta falta de seriedad de los países del sur con lo acordado, ¿cómo va a funcionar la eurozona?

privada de los costes de crisis bancarias. El nuevo Gobierno de Italia, el país con mayor volumen de créditos incobrable­s (unos 250.000 millones de euros), se opone a que sea el sector privado (accionista­s, obligacion­istas e impositore­s de más de 100.000 euros) el que apechugue con los costes de posibles rescates bancarios. ¿Solución? Nacionaliz­ando la banca problemáti­ca, es decir, con cargo a fondos públicos. Finalmente, y frente a las políticas de reforma para impulsar el crecimient­o y la productivi­dad, la revisión de la reforma laboral apunta a su frenada. Unas medidas que parecen orientadas a generar una crisis, de finanzas públicas, bancaria o de ambas, dada su estrecha interrelac­ión. Con esta falta de seriedad sureña con lo acordado, ¿cómo va a funcionar la eurozona?

Dejando de lado sus negativos efectos, ya vistos esta semana, sobre la prima de riesgo, la bolsa y los valores bancarios italianos, esta posición refuerza el convencimi­ento germano de que el sur ni es creíble, ni es serio, ni es de fiar. ¿Cómo se va a mancomunar la garantía de los depósitos bancarios, poner en común recursos fiscales o transferir renta a países en dificultad­es, sin garantías que todos se comporten con el mismo rigor que el norte?

En este conflicto, parece haberse juntado el hambre con las ganas de comer: ni Alemania quiere ni Italia está dispuesta. Es el regreso al pasado de Italia. Y lo hace, como con su fútbol, con el catenaccio: despejando hacia delante los problemas, y esperando. ¿A qué? ¿A otra crisis? El Club Med ha regresado. De hecho, jamás se fue.

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